Una Luz en la Oscuridad: El Colegio La Fila se Convierte en Refugio de Esperanza en Alfafar
2024-11-02
Autor: Manuel
¡"Macarrones! ¡Agua!". Así claman Stefan y su grupo de amigos mientras navegan entre coches destruidos, barro y escombros en Alfafar. Con un carrito de la compra colmado de comida, van gritando su escueto menú del día para que las personas mayores que asoman desde sus balcones puedan escucharlos.
Desde un sexto piso, una anciana les responde. Stefan, movido por la empatía, sube un tupper de macarrones y un brick de leche por las escaleras, ya que el ascensor, aunque funciona, no tiene luz. "Muchísimas gracias", dice Puri, la anciana, mientras recibe su ración con una sonrisa cálida. "Están calientes los macarrones", agrega, un pequeño consuelo en medio del caos. Al bajar, Stefan también ayuda a otro anciano que teme salir demasiado lejos debido al riesgo de caídas.
El grupo, que incluye a Sergio, Patricia y Adela junto a sus hijos, llena su carro una y otra vez. "Vinimos de un pueblo a 10 kilómetros cargados con 20 kilos", señala Sergio, demostrando la solidaridad que une a la comunidad.
Tras agotar sus provisiones, se dirigen al Colegio Público La Fila, que se ha transformado en un centro de ayuda vital. Voluntarios comen y organizan suministros a un ritmo frenético, rodeados de pañales, botellas de agua y bolsas de comida que antes eran las mesas del comedor escolar.
Dos de estas heroínas, que prefieren permanecer en el anonimato, llevan tres días trabajando sin descanso. "Estamos aquí para ayudar a quienes no tienen nada", expresan, dejando entrever el desgaste tras largas horas de labor. Una de ellas confiesa: "Llevo 72 horas sin dormir".
En la entrada del colegio, que solía estar repleto de risas infantiles, se encuentra Hèctor. Originario de la zona, ha viajado desde Almería para brindar apoyo. Su grupo ha cargado un camión con alimentos donados por proveedores y restaurantes. Desde esta cocina improvisada salen los macarrones que alegran a Puri, así como otros platos como bocadillos, perritos calientes y arroces.
"Cocinamos para todos, para que coman caliente", dice Hèctor. Este esfuerzo no solo abastece a quienes han perdido todo, sino también a los altruistas que brindan su tiempo. "Todo el mundo está ayudando, esto es devastador", añade con una mezcla de tristeza y gratitud por la solidaridad de la comunidad.
A medida que la tarde avanza, las furgonetas cargadas de comida salen del colegio hacia otras áreas necesitadas de Alfafar. A las 19:00, la oscuridad es abrumadora, solo interrumpida por la luz del colegio y unas pocas farolas. La gente comienza a llegar muy lentamente, buscando algo de alimento para la cena. Algunas familias, las más afectadas, pasarán la noche en aulas del colegio, aunque en La Fila, la misión es clara: no dejar a nadie solo en esta crisis.
El Colegio La Fila se ha convertido así en un símbolo de resistencia y compasión, evidenciando que, en los momentos más oscuros, la solidaridad brilla con más intensidad.