¿Qué es el “síndrome de Kessler” y por qué algunos científicos creen que el desastre espacial ya ha comenzado?
2024-12-27
Autor: Lucia
En noviembre, un incidente alarmante tuvo lugar cuando un trozo de basura espacial se dirigió hacia la Estación Espacial Internacional (EEI), llevando a los siete astronautas a bordo a prepararse para una posible emergencia. Por fortuna, una nave espacial rusa acoplada a la estación pudo encender sus motores, modificando ligeramente la trayectoria y alejando el laboratorio del área peligrosa. Según la NASA, si no se hubiera realizado esta maniobra, los restos podrían haber pasado a apenas 4 km de la trayectoria orbital de la EEI.
La posibilidad de un impacto con escombros espaciales representa un peligro inminente. Si esos restos hubieran chocado con la estación, podrían haber causado una despresurización peligrosa, obligando a los astronautas a regresar a la Tierra de manera precipitada. Este evento no es un caso aislado, ya que la EEI ha tenido que realizar maniobras similares en varias ocasiones desde su ocupación inicial en noviembre del año 2000. Los riesgos de colisiones continúan aumentando a medida que el número de objetos en órbita alrededor de la Tierra crece de manera alarmante.
Los expertos en tráfico espacial han estado advirtiendo sobre esta congestión orbital durante años. Miles de fragmentos resultantes de colisiones, explosiones y pruebas de armas han dejado un rastro de escombros que actualmente se están rastreando, y se estima que hay millones de otros fragmentos que son prácticamente invisibles con la tecnología actual. Esto plantea un riesgo no solo para los astronautas, sino también para satélites que son vitales para tecnologías cotidianas como GPS, Internet de alta velocidad y servicios de telecomunicaciones.
El Dr. Vishnu Reddy, profesor de Ciencias Planetarias en la Universidad de Arizona, advierte que el número de objetos lanzados al espacio ha aumentado exponencialmente en la última década, advirtiendo que estamos acercándonos a un punto crítico del que hemos temido hablar. Este fenómeno se conoce como el “síndrome de Kessler”, un término acuñado por el astrofísico Donald Kessler, que describe un escenario en el cual los desechos espaciales provocan una reacción en cadena de colisiones, generando más escombros y obstruyendo serias áreas de la órbita terrestre.
Los resultados de un evento del síndrome de Kessler podrían ser devastadores, dejando a la órbita de la Tierra tan saturada de basura que los satélites se volverían inoperativos y la exploración espacial podría necesitar ser pausada indefinidamente. Aunque aún hay desacuerdos sobre el nivel actual de riesgo y cuándo puede ocurrir un colapso, existe un consenso generalizado sobre la gravedad de la situación.
Desde el inicio de los vuelos espaciales en 1957, la Agencia Espacial Europea ha registrado más de 650 incidentes que resultaron en fragmentos, lo que incluye desde colisiones accidentales entre satélites, hasta pruebas de misiles que han generado gran cantidad de escombros. En 2021, Rusia, por ejemplo, impactó un misil en uno de sus antiguos satélites, produciendo más de 1,500 piezas rastreables de basura. El evento más notable ocurrió en 2009 cuando un satélite militar inactivo ruso colisionó con un satélite estadounidense, creando una nube de casi 2,000 fragmentos.
La situación es preocupante, especialmente considerando que los operadores de satélites tienen que lidiar a diario con numerosas alertas sobre posibles colisiones. La mayoría de los objetos pequeños, que representan un riesgo real, son difíciles de rastrear, lo que hace que la gestión de satélites sea una tarea de alto riesgo.
Los expertos son conscientes de que la cuestión de la congestión orbital se debe abordar urgentemente. La órbita baja de la Tierra es la más congestionada, presentando peligros significativos a medida que más satélites se lanzan al espacio. Si se produjeran explosiones aquí, los impactos podrían amenazar directamente las vidas de los astronautas y también paralizar la infraestructura espacial.
Se han sugerido caminos de acción que incluyen tecnología de limpieza para eliminar escombros de la órbita, aunque estos métodos son costosos y aún están en fases experimentales. No obstante, las Naciones Unidas también han comenzado a sentar las bases para crear regulaciones en la actividad espacial, adoptando el Pacto para el Futuro. Sin embargo, la falta de cumplimiento efectivo y el hecho de que cada nación actúe de manera autónoma son puntos a favor del optimismo moderado entre los expertos.
La creciente discrepancia entre las necesidades de regulación y la proliferación descontrolada de desechos espaciales hace que el futuro del tráfico espacial sea particularmente incierto. Como bien alerta el Dr. Nilton Renno de la Universidad de Michigan, la situación actual del espacio nos recuerda mucho a la crisis de plástico que enfrentamos en nuestros océanos, y esa perspectiva es aterradora. La metáfora aquí es clara: si no actuamos pronto, el síndrome de Kessler podría no solo ser un posible escenario futuro, sino una realidad inminente. ES HORA DE QUE TOMEMOS CONCIENCIA Y ACTUEMOS ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE.