En la universidad, hemos estado debatiendo sobre cómo abordar a los negacionistas del cambio climático. No solo analizamos argumentos científicos, sino que también buscamos conectar emocionalmente con aquellos que rechazan esta realidad, especialmente cuando sus creencias chocan con la evidencia científica. Es extremadamente difícil mantener la calma frente a personas que constantemente desacreditan el conocimiento científico. Sin embargo, la verdadera desafiante se presenta cuando podemos observar las consecuencias devastadoras de ignorar la ciencia.

Los recientes desastres naturales, como los huracanes Helene y Milton que afectaron la costa este de Estados Unidos, son un claro recordatorio del impacto que tiene el cambio climático. El daño y las muertes que podrían haberse evitado son desgarradores y nos recuerdan la urgencia de actuar. Recientemente, tras la devastadora dana en la región de Valencia, he recibido ataques constantes en redes sociales: insultos, amenazas e incluso llamados a la violencia. Este odio se organiza en plataformas como Telegram, donde algunos grupos acusan a quienes hablamos sobre la crisis climática de mentir y de manipular la ciencia para propósitos oscuros.

Lo más doloroso es que estos ataques son especialmente dirigidos a mujeres en la ciencia, quienes enfrentamos un acoso constante en el entorno digital. Este odio, lejos de desanimarnos, debería impulsarnos a seguir adelante. A lo largo de mi carrera, he tenido que lidiar con este odio, pero sufrirlo cada día me lleva a preguntarme por qué existe y cuál es su raíz.

Sin embargo, he tomado la decisión de no cerrar mis cuentas ni bloquear a mis detractores. Estoy convencida de que es importante seguir informando y educando, no solo sobre la ciencia, sino también sobre la naturaleza del odio que recibimos. Es fundamental entender a nuestros oponentes y sus motivaciones. Ojalá pudiera estar equivocada sobre el cambio climático, pero mi deber es seguir luchando por una sociedad más informada y responsable frente a esta crisis.

A pesar del odio, también he sido testigo de una abrumadora cantidad de apoyo y solidaridad en estos tiempos difíciles. Desde palabras de ánimo hasta movimientos comunitarios que buscan combatir el cambio climático y la desinformación. Este apoyo es esencial, especialmente cuando enfrentamos desafíos globales como la próxima cumbre del clima en Azerbaiyán, donde la inacción sigue siendo una amenaza. Nos enfrentamos a la realidad de que figuras como Donald Trump, un conocido negacionista, volverán a liderar en un momento crítico, descalificando acuerdos e influyendo en las percepciones a través de redes sociales.

La humanidad no debería sufrir el peso de estas tragedias climáticas. Es nuestra responsabilidad, como ciudadanos informados, empoderarnos y luchar contra la desinformación, la apatía y el odio. Este es el momento de unirnos como comunidad global para encontrar soluciones efectivas y centradas en la justicia social, los derechos humanos, y el bienestar colectivo. Es posible un mundo mejor si somos conscientes de nuestra responsabilidad y nos unimos en un propósito común. Al final, como decía Martin Luther King, 'solo el amor puede expulsar al odio'. Y es precisamente ese amor y solidaridad los que necesitamos hoy más que nunca para enfrentarnos al cambio climático y combatir el odio en todas sus formas.