La desconexión de Peter Lim con la sociedad valenciana se ha vuelto alarmantemente evidente a lo largo de los años. No solo ha evitado la asistencia a Mestalla, sino que también ha aumentado las tarifas de los abonos de una afición que se encuentra cada vez más desanimada ante un equipo que vive una de las caídas más pronunciadas en su historia. A esto se añade su desprecio absoluto por las preocupaciones de los aficionados.

Recientemente, su última aparición pública en redes sociales no hace más que añadir insulto a la herida. Lim fue visto cenando y brindando con su hijo, David Beckham y otros amigos, mientras que el pueblo valenciano llora sus pérdidas y se esfuerza para recuperarse de los devastadores efectos de la DANA.

Mientras el mundo del deporte, tanto a nivel nacional como internacional, muestra solidaridad con Valencia y su población durante estos momentos críticos, la familia Lim ha permanecido en un silencio ensordecedor. Miles de socios del Valencia CF están enfrentando la devastación en sus comunidades, pero eso parece no importarles.

La falta de apoyo de Peter y su hijo Kiat es desalentadora. Kiat, quien prometió en la Junta General de Accionistas de hace dos años que habría un mayor compromiso con el club, no ha hecho esfuerzos por establecer un diálogo con los aficionados. Esta insensibilidad ha reforzado la idea de que su enfoque está más en sus negocios que en la comunidad que, a través de su pasión por el fútbol, ha mantenido viva la llama del Valencia CF.

En las calles de Valencia, se organizan iniciativas para ayudar a las familias afectadas, demostrando que la verdadera fortaleza no proviene de un propietario ausente, sino de la comunidad unida. La pregunta que todos se hacen ahora es: ¿hasta cuándo los valencianos tolerarán esta indiferencia de quien debería ser su líder? Las señales son claras: la afición merece un trato más humano y que alguien escuche sus voces.