Kamala Harris: ¿La Última Oportunidad para el Globalismo?
2024-11-05
Autor: Carlos
En un contexto electoral cada vez más polarizado, las palabras de Donald Trump en la Convención Republicana de 2016 resuenan con fuerza. "El americanismo, no el globalismo, será nuestro credo". Esta narrativa ha moldeado las elecciones y el clima político de Estados Unidos, y sigue siendo un punto central en la campaña electoral de Kamala Harris, la actual vicepresidenta y candidata a la presidencia.
Desde los años noventa, el término 'globalismo' ha sido utilizado para describir un tipo de política que muchos asocian con las élites internacionalistas y progresistas. A pesar de que la globalización fue presentada como el camino hacia la paz y la prosperidad a través del comercio y la tecnología, sus resultados han sido desalentadores: conflictos militares en países como Afganistán e Irak, un aumento en la desigualdad y una crisis democrática.
Ahora, en la recta final de su campaña, Harris parece haber tomado un giro hacia posiciones más conservadoras. Su enfoque en temas como la inmigración muestra un cambio significativo, promoviendo leyes que endurecen el acceso al asilo, algo que ha generado preocupación incluso entre sus bases más progresistas. Este cambio táctico podría llevar a que muchos votantes de izquierda, independientes y abstencionistas reconsideren su apoyo.
En el ámbito doméstico, Harris ha mantenido un discurso centrado en el aborto, los derechos LGTBI y el rechazo a Trump, pero el progresismo puro ha dado paso a un núcleo más restringido. Entre sus propuestas se encuentra disminuir el impacto del Green New Deal y abrir el camino al uso de combustibles fósiles, reflejando un giro en la política energética similar al de la Unión Europea bajo Ursula von der Leyen.
Un aspecto esencial que Harris y los demócratas deben abordar es la creciente desigualdad. A pesar de los esfuerzos de la administración Biden en el G-20 para establecer un impuesto del 15% sobre las ganancias corporativas, aún no se han visto cambios significativos en la tasa de desigualdad en Estados Unidos, que sigue siendo uno de los más altos en el mundo desarrollado.
En cuanto a la democracia, un alarmante 75% de los estadounidenses opina que se encuentra en riesgo, lo que plantea preguntas sobre la efectividad del actual liderazgo progresista. La falta de consenso sobre las amenazas a la democracia y la creciente polarización en la sociedad no facilitan la creación de un frente unido.
Otro desafío que enfrenta Harris es la incoherencia en la política exterior de Estados Unidos. Mientras el país trata de figurar como un líder en el ámbito global, su postura sobre conflictos como el de Ucrania y Gaza muestra una falta de dirección y credibilidad. Este enfoque ha llevado a críticas sobre el militarismo inherente al apoyo incondicional a ciertos aliados, mientras que las enseñanzas de Roosevelt sobre la construcción de la paz parecen olvidadas.
Harris, a pesar de ser vista como una continuadora del legado de Biden, debe afrontar las tensiones internacionales, especialmente con China, que se han agudizado en un contexto de competencia tecnológica. La precaria estabilidad entre las potencias podría verse comprometida en cualquier momento, añadiendo una capa extra de complejidad a su campaña.
La situación es crítica: el futuro del progresismo y el globalismo en Estados Unidos depende de la capacidad de Harris para navegar entre las demandas de una base dividida y la presión de un panorama internacional en constante cambio. ¿Podrá Kamala Harris aprovechar esta situación para ser la líder que el país necesita, o sus decisiones serán vistas como un paso hacia el inevitable colapso del modelo globalista?