La crisis en Oriente Próximo se agrava y afecta el panorama electoral en Estados Unidos. La relación de Washington con Tel Aviv se vuelve cada vez más crítica en un conflicto que presenta múltiples frentes.

En este contexto, los discursos de los dos candidatos presidenciales, Kamala Harris y Donald Trump, destacan posturas radicalmente opuestas. Harris, la demócrata, defiende el derecho de Israel a defenderse, pero también resalta la agonía del pueblo palestino y la urgente necesidad de una solución diplomática.

En contraste, Trump, el republicano y ex presidente, atribuye la culpa de la situación al actual Gobierno y afirma que su administración hubiera prevenido el estallido de la violencia.

La situación en Gaza es alarmante: la ofensiva bélica ha cobrado ya la vida de más de 43,000 personas, y las posibilidades de alcanzar un cese al fuego se desvanecen. Al mismo tiempo, Israel ha comenzado una ofensiva abierta en Líbano, con más de 2,780 muertos reportados, lo que ha intensificado aún más las tensiones con Irán.

Este último país realizó un ataque con misiles balísticos en respuesta al asesinato de líderes de Hamás y Hizbulá, un acto que fue en parte contrarrestado gracias a la ayuda estadounidense a Israel.

Mientras tanto, muchos expertos advierten que la prolongación del conflicto no solo amenaza la estabilidad regional, sino que también podría tener repercusiones a nivel global.

Las elecciones en Estados Unidos se convierten, así, en un escenario crucial donde el futuro de la diplomacia en Oriente Próximo pendía de un hilo.

¿Podrán Trump y Harris encontrar un terreno común para abordar una crisis que parece no tener fin?