La situación política en Georgia se encuentra en un punto crítico tras las elecciones parlamentarias de octubre, cuyos resultados han sido disputados tanto por el gobierno como por la oposición. Este fin de semana, miles de georgianos se unieron en una potente manifestación en Tiflis, formando una cadena humana a lo largo de siete puentes sobre el río Kurá, simbolizando su deseo de integración a Europa y su rechazo al gobierno actual.

Entre los manifestantes se encontraba la presidenta saliente, Salomé Zurabishvili, quien se enfrenta a un futuro incierto, ya que su mandato finaliza este domingo. Zurabishvili ha expresado que no reconocerá los resultados de las elecciones y ha exigido la celebración de nuevos comicios. Su llegada a la manifestación fue recibida con vítores y aplausos, mientras la multitud coreaba: "¡Gracias, Salomé!", destacando el apoyo popular que aún mantiene a pesar de las tensiones políticas.

El futuro inmediato de Georgia se ha convertido en un juego de poder. La investidura del nuevo presidente, Mijaíl Kavelashvili, está programada para el mismo día en que finaliza el mandato de Zurabishvili. En un giro dramático, el alcalde de Tiflis, Kaja Kaladze, del partido gobernante Sueño Georgiano, advirtió que, de no abandonar la residencia presidencial, Zurabishvili podría enfrentar serias consecuencias legales, incluyendo una posible condena de 3 a 15 años de prisión.

Sin embargo, la oposición no se quedará de brazos cruzados. Giorgi Butikashvili, líder de la Coalición de Cambios, ha prometido proteger a Zurabishvili y evitar su desalojo. “Estaremos aquí en gran número para asegurar su seguridad”, declaró, enfatizando la creciente polarización en la política georgiana.

Este tipo de manifestaciones no son nuevas en el país. La segunda cadena humana de Tiflis recuerda a la primera, que se formó en agosto de 2008, en un acto de defensa de la integridad territorial de Georgia durante la guerra con Rusia. En este contexto, la protesta actual refleja no sólo un descontento con la administración y la corrupción política, sino también un fuerte deseo del pueblo georgiano de unirse a la comunidad euroatlántica.

En un momento donde la incertidumbre política parece dominar, Georgia se enfrenta a un dilema crucial: ¿se sumará finalmente a las democracias europeas, o se quedará atrapada en los conflictos internos que han marcado su historia reciente? La cadena humana de este sábado es un claro recordatorio de que la voz del pueblo quiere ser escuchada.