"Nos hemos quedado sin pueblo", expresa con el corazón hecho trizas un hombre que se enfrenta al devastador panorama. La DANA ha dejado su huella en varias regiones del país, transformando calles antes bulliciosas en ríos de barro y escombros. Las víctimas intentan sobrellevar esta dura realidad rodeadas de pérdidas significativas, rescates inciertos y un espíritu de solidaridad, aunque también surgen críticas hacia la falta de acción de las autoridades.

Mientras caminan por las calles, muchos vecinos observan el desolador paisaje, preguntándose cómo seguir adelante. "No sé cómo me mantengo de pie", confiesa una mujer con lágrimas en los ojos. Varios residentes comparten su entusiasmo por iniciar de nuevo: "Hay que arrancar de cero una vez más", dice un hombre que ha perdido casi todo, pero no su esperanza.

El reencuentro de familias se convierte en una luz en medio de tanta oscuridad. "Llegó mi padre a casa, gracias a Dios, pero no puedo dejar de pensar en aquellas familias que aún viven en la desesperación", comenta una joven, que después de días de incertidumbre pudo reunirse nuevamente con su padre. Las historias de aquellos que aguardan noticias de sus seres queridos son innumerables y conmueven los corazones de todos en la comunidad.

A medida que las labores de limpieza y rescate continúan, muchos se preguntan: ¿qué pasará con las infraestructuras dañadas y cómo se restaurará la normalidad? La recuperación será un proceso lento y complicado, pero la fuerza y la resiliencia de la comunidad podrían ser clave para sanar estas heridas profundas. En este contexto, las autoridades deben actuar con urgencia, ya que la paciencia de los afectados se está agotando.