El megapuerto de Chancay, recientemente inaugurado en Perú, está destinado a transformar las dinámicas comerciales en toda América Latina. Mientras proyectos como la modernización del puerto chileno de San Antonio siguen estancados debido a prolongados estudios de impacto ambiental y una indecisión persistente en su financiación, Chancay se posiciona como una alternativa clave. Las autoridades chilenas no han logrado avanzar en sus planes, lo que deja a muchas exportaciones chilenas en una posición vulnerable.

Chile, que envía aproximadamente el 90% de su producción de cerezas hacia China, especialmente en fechas cercanas al Año Nuevo chino, verá una mejora significativa en su logística. Con Chancay en operación, los productores podrán enviar su fruta con mayor rapidez y eficiencia, lo que supone no solo una ventaja competitiva, sino también una oportunidad de crecimiento inolvidable en el mercado asiático.

Además, el impacto de este puerto no se limita a Chile. Países vecinos como Bolivia y Paraguay también se beneficiarán, ya que tendrán acceso a rutas más directas para llegar a los mercados internacionales, evitando demoras y costos adicionales. Se espera que esto impulse la economía regional, creando más empleos y aumentando la competitividad general.

Hay voces críticas que advierten sobre la necesidad de una coordinación regional para evitar que se produzcan desbalances económicos, pero la expectativa es que el megapuerto de Chancay catapulte a América del Sur hacia un nuevo nivel de interacción comercial global. Las oportunidades son enormes y la pregunta es: ¿Está Chile listo para afrontar este desafío y cómo responderá ante un futuro que parece brillante pero incierto?