Esta semana se conmemoran 144 años de uno de los episodios más oscuros de la historia de Perú, cuando el ejército chileno entró triunfante en la capital, Lima, tras derrotar a las fuerzas peruanas en las batallas de San Juan y Miraflores. Este hecho trascendental ocurrió el 17 de enero de 1881, cuando se izó la bandera chilena en el Palacio de Gobierno, marcando un giro en el conflicto conocido como la Guerra del Pacífico.

Durante las batallas de San Juan el 13 de enero y Miraflores el 15 de enero de 1881, los militares chilenos se hicieron con la victoria debido a dos factores cruciales:

Decisiones Estratégicas Erróneas

Nicolás de Piérola, presidente peruano, ignoró los valiosos consejos de sus oficiales y decidió fortificar el norte de Lima en lugar de concentrar sus esfuerzos en su sur, permitiendo así que los chilenos accedieran a la ciudad con relativa facilidad.

Las extensas y mal organizadas líneas de defensa en San Juan y Miraflores se volvieron vulnerables; estaban demasiado extendidas para poder resistir un ataque efectivo. Una estrategia de defensa más compacta podría haber ofrecido una mayor resistencia al invasor.

Oportunidad Perdida

Los coroneles Andrís Avelino Cáceres y César Canevaro solicitaron al presidente Piérola que atacara los desorganizados soldados chilenos en Chorrillos, que se encontraban distraídos y en estado de ebriedad tras la batalla de San Juan. Sin embargo, la negativa de Piérola, quien estaba en negociaciones con los chilenos, resultó en un tiempo valioso que permitió a sus adversarios reagruparse y lanzar un ataque el 15 de enero.

Atractivos Detalles Adicionales

Además de contar con un ejército más numeroso y dotado de armamento avanzado, los chilenos tenían el apoyo de buques de guerra como el Huáscar, capturado en octubre de 1879 en la batalla de Angamos; estos buques bombardearon sin piedad las posiciones peruanas.

Por el contrario, los soldados peruanos se encontraron armados con viejas y poco efectivas armas, y además, contaban con un refuerzo de civiles inexperimentados, incluyendo estudiantes, que se incorporaron de improviso.

Uno de los intentos más frustrantes fue la colocación de un enorme cañón conocido como 'Ciudadela Piérola' en el cerro San Cristóbal, que nunca llegó a ser utilizado en el momento crítico de la batalla.

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