La ciudad de Valencia continúa enfrentándose a las secuelas devastadoras de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha afectado drásticamente a la región. El barro y el lodo son una constante en la vida diaria de los valencianos mientras que la normalidad parece un sueño lejano. A pesar del paso de los días, muchos ciudadanos han regresado a sus trabajos, pero el deseo de volver a la rutina futbolística se siente lejana.

El vestuario del Valencia Club de Fútbol ha dejado claro que no es un momento propicio para jugar. Esto coincide con las opiniones de varios miembros del Levante Unión Deportiva, cuyos sentimientos reflejan una realidad abrumadora: la ciudad está en crisis y el foco no debería estar en el fútbol en este momento.

Por otro lado, el Club Deportivo Manises, que se enfrenta al Getafe en casa, ha expresado de manera contundente su deseo de no jugar. A tan solo un paso de las áreas más afectadas, los jugadores del Manises han enfrentado pérdidas personales incalculables; varios de ellos han perdido sus hogares y han estado incomunicados durante más de 24 horas tras la tormenta. Su entrenador, Santi Martín, ha comentado que "la mayoría de ellos no tienen la cabeza para jugar al fútbol". La falta de entrenamientos desde el 25 de octubre ha sido otro factor que ha debilitado la moral del equipo, ya que han estado trabajando en la limpieza de los escombros y del barro día a día.

La situación actual en Valencia es una llamada de atención sobre las prioridades en momentos difíciles. El fútbol, que a menudo une a las comunidades, ahora queda relegado a un segundo plano ante la urgente necesidad de recuperación y apoyo comunitario. La verdadera pregunta es: ¿Qué pasará con la Copa si la vida de la gente no está estabilizada? La respuesta es clara: el bienestar de las personas debe ser siempre priorizado por encima del deporte.