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¿Superinteligencia? La verdadera revolución está a la vuelta de la esquina...

2024-09-24

El reciente artículo de Sam Altman titulado «La Era de la Inteligencia» ha disparado un debate intenso sobre la llegada inminente de la superinteligencia, proclamando que esta se encontrará a nuestra disposición en «unos pocos miles de días». Este concepto, que ha sido acaloradamente discutido, plantea la posibilidad de que la inteligencia artificial no solo alcance, sino que supere, la capacidad de las mentes humanas más brillantes.

Las terminologías en torno a la superinteligencia son más complejas de lo que parecen. Se refiere típicamente a una inteligencia que no solo iguala, sino que sobrepasa las habilidades humanas en una amplia variedad de áreas, incluidas la creatividad y la resolución de problemas. Este concepto es discutido comúnmente en relación a la inteligencia artificial y sugiere una fase futura donde los sistemas de IA demostrarían capacidades cognitivas muy superiores a las nuestras.

Nick Bostrom, un filósofo y teórico de la IA, define la superinteligencia como «un intelecto que supera a los mejores cerebros humanos en prácticamente todos los campos». Esto incluye habilidades como la creatividad científica y la inteligencia social, pero también se puede ver como un tipo de inteligencia general, adaptable y capaz de automejorarse. Sin embargo, aquí es donde me surge una duda: ¿Puede una inteligencia, sin motivación y sin intencionalidad, realmente ser considerada 'super'?

Con la llegada de ChatGPT y sus capacidades de razonamiento avanzado, el panorama ha cambiado drásticamente. Esta herramienta ha demostrado superar a la mayoría de los humanos en la expresión de ideas complejas y en la gestión del conocimiento, poniendo en duda nuestra percepción de la inteligencia. ¿Deberíamos considerar que ya estamos cohabitando con sistemas que poseen un nivel de inteligencia mucho más allá del humano?

La percepción de que estos algoritmos son meros «completadores de frases» se ha vuelto obsoleta. En la actualidad, estos sistemas tienen la habilidad de pensar —aunque de forma diferente a nosotros— y manejar información de manera rápida y eficiente. La tarea de documentarse y realizar investigaciones complejas, que puede ser enormemente laboriosa para un humano, puede ser ejecutada en cuestión de segundos por la IA.

Por lo tanto, si consideramos a los humanos como «inteligentes», la superinteligencia podría ya estar presente, pero no en una forma humana. Los modelos de inteligencia artificial que utilizamos hoy en día son el resultado de grandes avances en campos como el machine learning y el deep learning. Pero, ¿cuál es la diferencia clave? La falta de motivación o intencionalidad en estos sistemas limita su capacidad para ser verdaderamente conscientes de su inteligencia.

¿Podría esta superinteligencia resolver problemas en campos tan desafiantes como la medicina o la energía? La respuesta parece ser que sí, aunque esto requeriría de esfuerzos globales concertados y un marco ético sólido para regular su uso. Pero, en la naturaleza humana prevalece la preocupación de que esta tecnología acabe siendo utilizada para el desplazamiento laboral o para generar conflictos aún más complejos de los que ya enfrentamos.

En conclusión, aunque la superinteligencia plantea oportunidades para transformar nuestra sociedad y enfrentar desafíos globales, sigue siendo un concepto especulativo. La clave no radica solo en crear algoritmos cada vez más inteligentes, sino en cómo gestionamos estos avances y los empleamos para el bienestar de la humanidad. Necesitamos elevar nuestro propio nivel de inteligencia para adaptarnos a esta nueva era. La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos preparados para los cambios que vienen y cómo vamos a manejarlos?