En la actualidad, el uso de la inteligencia artificial (IA) se ha incrustado en nuestro día a día, muchas veces sin que nos demos cuenta. Todas las actividades humanas conectadas a internet alimentan potentes máquinas capaces de procesar información, tomar decisiones y responder a diversas demandas. Estas máquinas imitan cada vez con mayor precisión la inteligencia humana, revolucionando nuestras interacciones con la tecnología.

Las inteligencias artificiales fundacionales, un avance significativo en este ámbito, se distinguen por su capacidad de aprender de grandes volúmenes de datos extraídos de internet. Estas IA son responsables de una amplia gama de aplicaciones que han demostrado su eficacia en la organización de información, la automatización de tareas complejas y la generación de contenido, que abarca desde textos y fotografías hasta vídeos y programas informáticos.

Un alto coste y un futuro incierto

Sin embargo, desarrollar estos sistemas fundacionales tiene un precio. Están construidos con billones de parámetros y requieren inmensas cantidades de potencia computacional, lo que se traduce en inversiones colosales en infraestructura y energía. OpenAI, una de las empresas más destacadas en el campo, ha recaudado la asombrosa cifra de 6.500 millones de dólares, lo que eleva su valoración a 150.000 millones de dólares, siempre y cuando deje de ser una entidad sin ánimo de lucro en dos años.

A pesar de los esfuerzos, parece que la industria enfrenta retos de escalabilidad. Los resultados iniciales de proyectos como Orion, de OpenAI, revelan que no todo es fácil, y las proyecciones futuristas de empresas como Google y Anthropic no son completamente alentadoras. Mientras tanto, Pekín no se detiene y apuesta fuerte por la IA, con el objetivo de no quedarse rezagada en el desarrollo de sistemas que produzcan automáticamente contenido textual y audiovisual.

Regulaciones de la UE y sus implications

En contraste, la Unión Europea ha comenzado a implementar regulaciones que limitan el desarrollo de la IA por razones de seguridad y protección de derechos fundamentales como el derecho a la imagen y la propiedad intelectual. Un reglamento específico impone criterios de riesgo y transparencia que han provocado preocupaciones en las empresas tecnológicas estadounidenses, que ahora contemplan la posibilidad de no operar en el mercado europeo.

La posibilidad de una brecha en términos de acceso a tecnologías de IA está presente, especialmente ya que la mayoría de los modelos de IA fundamentales provienen de EE.UU. Desde 2017, el 70% de estos modelos ha sido desarrollado en América del Norte. En un informe impactante que resuena en el ámbito económico, el ex primer ministro italiano Mario Draghi advierte sobre las vulnerabilidades tecnológicas de la Unión Europea, que podría quedar a la merced de sistemas dominantes de estos países si no se apunta a aumentar la inversión en Investigación y Desarrollo.

El futuro es incierto

Con solo un 2% del mercado global de cloud computing, Europa necesita una estrategia más robusta. Draghi insiste en que el aletargamiento de Europa en las tecnologías digitales podría llevar a un estancamiento económico y a una pérdida de relevancia en el escenario mundial. Las innovaciones como la computación cuántica están a la vista, pero el continente necesita ponerse al día en un campo donde las inversiones se concentran en EE.UU. y China.

El futuro de la IA está lleno de posibilidades, pero también de desafíos. La pregunta es, ¿está Europa dispuesta a adaptarse y competir, o continuará rezagándose ante el avance imparable de la tecnología?