Manuel Patarroyo: el genio que descubrió la vacuna contra la malaria... ¿y estuvo al borde de la muerte?
2025-01-10
Autor: Carmen
El 26 de enero de 1986, el nombre de Manuel Elkin Patarroyo brilló en la historia de la ciencia cuando descubrió que su innovadora vacuna contra la malaria mostraba efectividad en monos, durante pruebas realizadas en Leticia, en la majestuosa Amazonia colombiana. Sin embargo, el día de su gran descubrimiento estuvo marcado por un oscuro episodio: el pánico se apoderó de él. Sentía el peso de su responsabilidad, la tarea titánica de vacunar a millones en América y África, y la presión de la atención internacional. En una noche angustiosa, pidió un paseo en lancha por el Amazonas y, tras un momento de desasosiego, cayó al río. Aquel instante de inmersión en el agua fría no solo fue un símbolo de su desesperación, sino también un renacimiento; logró salir con una renovada confianza y la determinación de combatir una de las enfermedades más letales conocidas por la humanidad.
El reconocimiento de Patarroyo no tardó en llegar. A lo largo de su vida, recibió numerosos premios, incluidos el prestigioso Koch y el Príncipe de Asturias, y fue honrado con doctorados honoris causa en universidades de Europa y América. A pesar de estos logros, también cargaba con una sombra: su relación conflictiva con las empresas farmacéuticas, a las que acusaba de boicotear el éxito de su vacuna SPf66. Tras los alentadores resultados iniciales, los ensayos en humanos revelaron una eficacia decepcionante, con tasas de protección que variaban drásticamente. En un estudio clave publicado en The Lancet en 1996, investigadores concluyeron que "no hay pruebas que demuestren que la SPf66 es efectiva contra la malaria falciparum". Esto llevó a Patarroyo a afirmar que sus detractores eran incapaces de entender su trabajo y que existían intereses comerciales en contra de su proyecto.
Desarrollar una vacuna contra la malaria no es tarea sencilla; el parásito Plasmodium atraviesa varias fases en su ciclo de vida, lo que lo hace mutable y complicado de atacar. Mientras que en los inicios se intentó usar parásitos atenuados, Patarroyo propuso una alternativa innovadora, desarrollando su vacuna a partir de péptidos sintéticos que emulan las partes del parásito que el sistema inmune necesita reconocer.
Patarroyo soñaba en grande; imaginó que su método podría revolucionar la producción de vacunas para combatir múltiples enfermedades. En entrevistas pasadas, llegó a declarar que había avanzado entre el 90% y 95% de este revolucionario enfoque, visionando la posibilidad de vacunar contra 517 enfermedades infecciosas. Durante la pandemia de COVID-19, afirmaba que su laboratorio estaba desarrollando una vacuna más eficaz que las de Pfizer o AstraZeneca, aunque nunca llegó a ser probada en humanos. En 2019, tras un serio problema de salud, seguía igualmente entusiasmado por una nueva versión de su vacuna antimalárica, que prometía mayor eficacia. Sin embargo, los resultados nunca se materializaron.
Su legado, aunque polémico, es innegable. Utilizó monos nocturnos en sus experimentos, lo que le valió críticas severas y una suspensión temporal de su trabajo, aunque dicha decisión fue eventualmente revocada. La dualidad de su figura se refleja en las palabras de colegas y académicos, quienes reconocen su contribución a la ciencia colombiana aun frente a las controversias. Gabriela Delgado, decana de la Facultad de Ciencias en la Universidad Nacional de Colombia, destacó que su trabajo más allá de la vacuna sintética fue la inspiración que brindó a toda una generación de investigadores.
Patarroyo, tras explorar instituciones de prestigio internacional como la Universidad Rockefeller, optó por permanecer en Colombia, donde formó a numerosos colaboradores y realizó una contribución valiosa a la ciencia, a pesar de las adversidades. La lucha contra la malaria ha sido inspirada en gran parte por su trabajo, atrayendo la atención de líderes mundiales en este ámbito.
Uno de sus gestos más significativos fue ceder la patente de su vacuna a la Organización Mundial de la Salud, mostrando su compromiso por ayudar a quienes sufren de enfermedades endémicas en países en desarrollo. Manuel Elkin Patarroyo fue un hombre de fe y convicción, un visionario que, aunque marcado por la controversia, dejó una huella profunda en la historia de la ciencia médica. Su historia es un recordatorio de que la búsqueda del conocimiento y el deseo de cambiar el mundo con la ciencia conllevan tanto grandes éxitos como desafíos abrumadores.