La Izquierda en Crisis: ¿El Fin del Progresismo?
2025-01-04
Autor: Carmen
El año pasado, millones de ciudadanos en todo el mundo se acercaron a las urnas, enviando un claro mensaje de insatisfacción a sus gobiernos. Este descontento se ha concentrado especialmente en la izquierda, tradicionalmente asociada con el gran gobierno y el progresismo.
En la actualidad, la situación de la izquierda es alarmante. En la Unión Europea, solo unos pocos de los 27 países cuentan con partidos de centro-izquierda liderando coaliciones gubernamentales. El principal partido socialdemócrata en el Parlamento Europeo ha visto reducir su representación a tan solo 136 de 720 escaños. De hecho, incluso en naciones donde han logrado frenar el avance del populismo de derecha, como Polonia, son los partidos de centro-derecha los que están ganando popularidad. En Estados Unidos, el fenómeno es similar; la amplia victoria de Donald Trump, donde casi el 90% de los condados se inclinaron hacia la derecha, es un indicativo claro de esta tendencia.
La crisis del gobierno democrático es intrínsecamente una crisis del gobierno progresista. Los ciudadanos sienten que los políticos de centro-izquierda los han estado gravando, regulando y dominando durante décadas, pero a pesar de ello, los resultados han sido decepcionantes y continúan deteriorándose.
Tomemos como ejemplo dos estados emblemáticos: Nueva York y Florida. Ambos tienen poblaciones similares: alrededor de 20 millones en Nueva York y 23 en Florida. Sin embargo, el presupuesto del estado de Nueva York es más del doble que el de Florida, alcanzando los 239 mil millones de dólares frente a unos 116 mil millones. La disparidad se exacerba al observar que la ciudad de Nueva York, con un presupuesto de más de 100 mil millones, gasta casi diez veces más que el condado de Miami-Dade. A pesar de este derroche, la tasa de pobreza en Nueva York es notablemente superior a la de Florida, y la calidad de sus servicios públicos no refleja el alto gasto.
Por otro lado, el alto costo de la vida y los impuestos elevados en Nueva York no se traducen en mejores servicios; por ejemplo, aunque el estado gasta más del doble en educación por alumno que Florida, los resultados académicos son equivalentes. La economía neoyorquina se ahoga en la ineficiencia y el mal uso de los recursos públicos, lo que lleva a la desilusión de sus ciudadanos.
Las grandes metrópolis de EE. UU. han sido, durante décadas, focos de crecimiento y energía. Sin embargo, el liberalismo desenfrenado ha permitido que problemas como el aumento del crimen y la crisis de los sin techo se intensifiquen. En California, por ejemplo, las leyes débiles contra el robo han contribuido a un brote de delitos. En Nueva York, la situación de los sin techo ha alcanzado niveles alarmantes, con la población incapaz de sentirse segura en las calles o el transporte público.
Una de las reacciones más contundentes ante este descontento ha sido la migración de ciudadanos desde ciudades azules hacia estados rojos, un fenómeno que está reconfigurando el mapa político de EE. UU. Este éxodo no solo trae consigo una menor representación demócrata en el Congreso, sino que también refuerza la influencia republicana, mientras los progresistas luchan por entender su creciente irrelevancia.
Nuevas figuras, como Elon Musk y Vivek Ramaswamy, están tratando de fusionar el conservadurismo cultural con el nacionalismo económico y reformas radicales en la administración pública. Esta mezcla podría resonar con un amplio espectro de votantes desilusionados con un gobierno que parece haber perdido el rumbo.
Si los demócratas no logran aprender de los errores del pasado, corren el riesgo de ser percibidos como defensores de una élite desconectada de la realidad cultural y económica de la ciudadanía. Sin una renovación y una crítica profunda a su gestión, podría estar en juego no solo la próxima elección, sino la viabilidad de un partido que una vez fue un símbolo de progresismo en los EE. UU.