La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha dejado una huella imborrable en la vida de los habitantes de Valencia. Con numerosos pueblos devastados por las inundaciones, los adultos se enfrentan a la ardua tarea de limpiar y recuperar sus hogares. Mientras tanto, los niños, aunque no entienden del todo lo que sucede, se han unido a la labor de sus familias.

Estos pequeños valientes están empuñando palas y escobas, contribuyendo a la limpieza de las calles y sus casas con una energía sorprendente. Algunos de ellos han optado por una manera aún más solidaria; donando juguetes y ropa a aquellos que han sufrido más pérdidas. Esto ha generado una ola de solidaridad que ha sido valorada en todo el país, demostrando una vez más que la comunidad se une en los momentos difíciles.

La situación en los centros educativos es incierta. En varios lugares como Sedaví y Massanassa, las clases se han cancelado indefinidamente, mientras que en otros como Castellar-Oliveral, las escuelas han comenzado a reabrir, proporcionando un pequeño rayo de esperanza en medio de la adversidad.

Héctor, un niño de solo 5 años de Massanassa, expresó su decepción con sinceridad: "No jugamos a nada, estamos limpiando". La falta de clases es evidente y el deseo de regresar a la normalidad es palpable entre los más jóvenes. No obstante, la resiliencia de los niños brilla a través de sus acciones. Muchos de ellos continúan jugando al fútbol en el barro y compartiendo risas con amigos, buscando un rayo de alegría en medio de la angustia.

A medida que las comunidades se esfuerzan por levantarse de las cenizas, el espíritu indomable de la niñez en Valencia es un testimonio de la esperanza y la fuerza que albergan, demostrando que incluso en los momentos más oscuros, los niños encuentran formas de crear momentos felices. Sin embargo, la pregunta que queda es: ¿cómo impactará esta experiencia en su desarrollo a largo plazo? Todo un desafío psicológico que la sociedad deberá enfrentar.