Salud

¡Impactante! La inmunidad de las vacunas COVID-19 no dura tanto como se pensaba

2024-11-03

Autor: José

A medida que la pandemia de COVID-19 avanza, la comprensión científica sobre la inmunidad proporcionada por las vacunas de ARN mensajero, como las de Pfizer-BioNTech y Moderna, sigue evolucionando. Desde su implementación, estas vacunas han demostrado ser efectivas en la reducción de casos graves y muertes, especialmente en las primeras fases de la crisis sanitaria global. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que la inmunidad generada por estas vacunas se desvanece más rápidamente de lo esperado.

A partir de octubre de 2024, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han recomendado que las personas mayores de 65 años y aquellas con sistemas inmunitarios comprometidos reciban una segunda dosis de la vacuna actualizada seis meses después de la primera. Esta recomendación es parte de un patrón observado durante los últimos años: dosis de refuerzo adicionales se han autorizado cada primavera, buscando contrarrestar la disminución de la inmunidad en grupos vulnerables.

La necesidad recurrente de dosis de refuerzo plantea preguntas sobre la duración de la inmunidad de las vacunas de ARNm. Aunque podría parecer sorprendente, muchos expertos coinciden en que el problema no radica en la eficacia de las vacunas, sino en la naturaleza de la respuesta inmunitaria inducida por el SARS-CoV-2. La inmunóloga Akiko Iwasaki de la Universidad de Yale señala que no hay evidencia de que las vacunas no funcionen; más bien, podría existir un aspecto específico del virus que impida mantener altos niveles de inmunidad a largo plazo.

Un estudio reciente de la Dra. F. Eun-Hyung Lee, publicado en Nature Medicine, examinó la respuesta inmunitaria en adultos vacunados. A pesar de recibir múltiples dosis de vacunas de ARNm, la investigación mostró una escasez de células plasmáticas de larga duración, cruciales para una inmunidad duradera, en comparación con las personas vacunadas contra el tétano y la influenza. Estos hallazgos sugieren que la incapacidad de las vacunas de ARNm para generar una respuesta inmunitaria robusta podría originarse en su desarrollo en la médula ósea.

Además, la alta tasa de mutación del SARS-CoV-2 impide que una sola vacuna mantenga una inmunidad durable. A diferencia de virus más estables, el SARS-CoV-2 se adapta y muta con rapidez, lo que complica la eficacia de las vacunas a largo plazo. La Dra. Anna Durbin, experta en enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins, compara esta situación con la gripe, que también requiere vacunas anuales, pero busca resaltar el desafío mayor presentado por el COVID-19 debido a la velocidad de sus mutaciones.

Los científicos continúan investigando formas de mejorar la respuesta inmune duradera contra el SARS-CoV-2. Investigaciones futuras pueden inclinarse hacia el desarrollo de vacunas que promuevan la generación de células plasmáticas de larga duración en la médula ósea. Según la Dra. Lee, la "meta primordial" es crear una vacuna que logre este objetivo, minimizando así la necesidad de refuerzos rutinarios.

Mientras tanto, el inmunólogo E. John Wherry, de la Universidad de Pensilvania, sugiere que, aunque se desarrollen nuevas vacunas, reforzar la inmunidad cada seis a doce meses puede seguir siendo una estrategia eficaz para las poblaciones de riesgo, como los adultos mayores. La vacunación no solo aumenta los niveles de anticuerpos, sino que también ayuda al sistema inmunitario a responder más rápidamente a posibles infecciones, disminuyendo el riesgo de enfermedades severas por COVID-19.

Este panorama cambia constantemente y resalta la importancia de continuar la investigación y actualización de estrategias en la lucha contra la pandemia.