En un impactante giro de acontecimientos, Dominique Pelicot ha admitido este martes en el juicio que se lleva a cabo en Aviñón, que ha drogado a su esposa, Gisèle Pelicot, durante años para ofrecerla a decenas de hombres que abusaron de ella sexualmente. "Soy un violador, como todos los acusados en esta sala, que al venir conocían su estado", declaró Pelicot desde el banquillo de los acusados, revelando la gravedad de los crímenes cometidos.

Su confesión pone de relieve el terror vivido por Gisèle, quien se encontraba bajo un efecto incapacitado debido a los ansiolíticos que su marido le administraba. Pelicot no dudó en señalar a sus 50 cómplices, subrayando que todos eran conscientes de lo que estaban haciendo y que la víctima se hallaba en un estado de sumisión química. Este oscuro entramado revela un patrón de abuso sistemático y premeditado.

Lo más escalofriante de este caso es que algunos de los otros acusados continúan manteniendo la versión de que se trataba de un juego sexual consensuado entre la pareja, lo que plantea preguntas inquietantes sobre la percepción de consentimientos y la cultura de la violación.

La situación de Gisèle Pelicot ha generado un debate amplio sobre la violencia de género y el abuso sexual en Francia, y ha llevado a activistas a exigir reformas legales más estrictas para proteger a las víctimas y llevar ante la justicia a los culpables. Este juicio no solo busca justicia para una mujer que ha sufrido en silencio, sino que también pone en tela de juicio la responsabilidad de aquellos que miraron hacia otro lado mientras el horror se desarrollaba a su alrededor.