En 1924, un productor de melocotones decidió montar un laboratorio óptico puntero en Teruel. ¡Y quebró dos veces antes de triunfar!
2025-01-12
Autor: Francisco
La historia comienza con un joven que pedalea en bicicleta alrededor del Morrón de Tolocha. Es la década de 1920 y el camino entre Calanda y Mas de las Matas es tan irregular que su viaje frequentemente lo obliga a bajar de la bici y continuar a pie.
Este joven, que enfrenta lluvias, nevadas y un sol abrasador, se adentra en un mundo de audacia y visión, pero bajo esa valentía se oculta una profunda preocupación. Ya había fracasado en dos ocasiones y sabía que si fallaba de nuevo, todo habría terminado.
La aventura óptica se gestaba en 1924, cuando la familia Cuyas estableció la primera fábrica de vidrio óptico en España, equipándose con maquinarias de Alemania. Aunque prometía ser un negocio lucrativo, rápidamente se desvaneció. Para 1927, la empresa había cerrado debido a la competencia de cristales importados de otros países.
En medio de esta debacle, los hermanos Mata Mir, desempleados y llenos de esperanza, convencieron a Alberto Prats de que la industria de lentillas era el futuro. Prats, de una familia próspera del Maestrazgo, no contaba con el capital necesario, pero tras una buena campaña de melocotón en el valle del Guadalope, persuadió a su padre para invertir en su sueño.
Así, Alberto Prats, el joven de la bicicleta, se lanzó a la aventura. Unos meses antes, había fundado en Barcelona un pequeño taller, la 'Industria Peninsular de Óptica', donde se dio cuenta de que estaban lejos de alcanzar la calidad necesaria. Sin embargo, su fe jamás se desvaneció. Decidió mudarse a Calanda, en un almacén medio abandonado, donde comenzó a formar a los trabajadores del pueblo.
A pesar de los recortes de gastos, los problemas técnicos persistieron. Los Mata Mir se marcharon a Barcelona para trabajar en la preparación de la Exposición Universal, mientras que Prats se mantenía firme, decidido a no rendirse. Con un espíritu inquebrantable, junto a su hermano, continuó el taller en sus ratos libres y finalmente encontraron la fórmula del éxito.
La transformación llegó cuando trasladaron la fábrica a Mas de las Matas y, con el regreso de los hermanos Mata Mir y la colaboración de la familia Peralta, lograron producir hasta 300.000 lentes anualmente.
Pero en 1936, la Guerra Civil Española cambió el rumbo. La colectivización anarquista afectó a su empresa y, al llegar las tropas franquistas, la fábrica fue entregada a los Cottet, unos fabricantes de gafas. Alberto Prats, quien tuvo la suerte de sobrevivir, se vio forzado a dejar de lado su pasión por la óptica y buscar nuevas formas de subsistencia.
Sin embargo, su amor por la óptica no desapareció. En 1956, fundó 'Meniscos Prats', y en 1968, lanzó Industrias de Óptica Prats. Según su hijo, Francisco Prats, tardaron tres años en salir de las pérdidas, pero eso solo fue el comienzo de una nueva era.
Hoy, Prats es un gigante español en I+D, con presencia en 22 países, cuatro fábricas robotizadas en el mundo y una facturación de 47 millones de euros. Filipe Pires, el director general, destaca que lo han logrado manteniendo su filosofía: cercanía con clientes, ingenieros y trabajadores.
La historia de Prats es un ejemplo de perseverancia y adaptabilidad. Aquel joven en bicicleta no solo luchó contra la adversidad, sino que su legado se consolida en una empresa que sigue innovando en un panorama industrial que busca reactivarse en España.