Tecnología

El primer cuarto del siglo XXI: una historia de desilusión y cambio

2024-12-30

Autor: Manuel

En el umbral del siglo XXI, las elecciones de marzo de 2000 marcaron un hito en España, donde el Partido Popular conquistó su primera mayoría absoluta desde el final del franquismo, impulsado por un optimismo económico inquebrantable. Simultáneamente, en Estados Unidos, el auge de las empresas tecnológicas vinculadas a Internet llevó al índice NASDAQ a alcanzar un impresionante crecimiento del 400% en solo cinco años. Sin embargo, la tragedia del 11 de septiembre de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas que cobró la vida de 2.977 personas inocentes, cambiaría por completo el panorama global.

A principios de este siglo, el 1 de enero de 2002, el euro se instauró como moneda en doce países de la Unión Europea, una prueba de la creciente integración económica de Europa. En esa época, muchos compartían la convicción de que habíamos alcanzado un punto de inflexión en la historia: la liberal democracia se había consolidado como el modelo político predominante. Creíamos que el camino hacia un futuro próspero y pacífico estaba despejado, con economías en crecimiento y un desarrollo global paralelo, donde incluso naciones como Rusia y China seguirían el modelo occidental.

Sin embargo, la realidad se tornó mucho más sombría de lo que esperábamos. A pesar de las invasiones de Afganistán e Irak, que fueron justificadas como una lucha contra el terrorismo islámico, la situación en el mundo rápidamente se deterioró. La crisis financiera global a partir de 2008 devolvió a España al círculo de países asolados por una gestión deficiente, resultando en un nivel de desempleo juvenil escalofriante y en la aparición de movimientos políticos como Podemos que redefinieron el panorama político del país.

Durante estos veinticinco años, la Unión Europea mostró una incapacidad notable para manejar crises, a pesar de convertirse en uno de los principales actores en la resolución de problemas regionales. Este Órgano enfrentó un aumento en su impopularidad, donde un porcentaje significativo de eurodiputados aboga ahora por desmantelar algunos de sus logros más considerables.

En el campo de la tecnología, lo que antes se veía como un avance impresionante hoy suscita temores. Las redes sociales, que prometían conectar a la humanidad, se han vuelto una fuente de adicción y han planteado serias preocupaciones para la salud pública, al tiempo que la inteligencia artificial y la automatización son vistas como amenazas para empleos en el futuro.

Irónicamente, frente a un cuarto de siglo de desilusionantes realidades, resurgen tendencias autoritarias. Aunque el autoritarismo de índole izquierda sigue siendo marginal, el de derecha se expande velozmente por Occidente, prometiendo recuperar valores tradicionales y un orden perdido. Sin embargo, estas promesas han conducido a un estado de mayor desorden, minando los valores liberales fundamentales como la tolerancia y la compasión.

Las tensiones no se limitan a la política. Europa se enfrenta a un estancamiento económico, y en Estados Unidos, una gran parte de la población siente que el crecimiento económico no les beneficia. Hablar de una crisis civilizatoria y un declive cultural se ha vuelto común, y, a pesar de algunos éxitos en la lucha contra la pobreza, hay una sensación de que estos avances han sido frenados, dejando a millones en un estado de incertidumbre.