En el contexto político actual, el fenómeno del populismo ha cobrado una relevancia inquietante, sobre todo en el caso de los Estados Unidos, donde la relación entre las plataformas digitales y la política se ha vuelto crucial. Recientemente, el episodio que involucra a TikTok y a Donald Trump ha puesto de manifiesto cómo se manipulan las situaciones para obtener rédito político, revelando un vacío en el entendimiento de lo que realmente significa gobernar en la era digital.

La prohibición de TikTok, que parecía ser una solución a supuestas amenazas de seguridad nacional, no fue más que una estrategia para mantener a los votantes alineados con la narrativa de un héroe. En realidad, más de 170 millones de estadounidenses continuaron utilizando TikTok sin restricciones significativas, lo que evidencia la superficialidad de las acciones tomadas. Era, en esencia, un teatro político diseñado para desviar la atención de problemas más profundos.

La teatralización del 'apagón' de TikTok, solicitado por Trump como parte de su orden ejecutiva, solo buscaba generar alarma y expectativas sin fundamento. La empresa, en un giro irónico, nunca se detuvo por completo; simplemente actuó como lo haría cualquier negocio preocupado por sus ingresos, creando un drama que capturó la atención mediática y reafirmó el poder del discurso populista.

Es insólito pensar que la política de Trump respecto a tecnologías como TikTok pueda ser vista como heroica, cuando lo que realmente está en juego son estrategias de manipulación y desinformación. Por un lado, se demoniza al adversario, en este caso, el presidente Biden, mientras que, por el otro, se construye un relato donde Trump es el 'salvador' de una app que, en realidad, nunca dejó de estar operativa para sus usuarios.

Este tipo de narrativas tienen consecuencias alarmantes. A medida que avanzamos hacia las elecciones, hay un riesgo real de que se siga perpetuando este tipo de desinformación, donde la verdad se convierte en una ilusión y el populismo encuentra un terreno fértil. La capacidad de manipular a la opinión pública mediante historias que suenan atractivas pero carecen de sustancia es una tendencia preocupante.

La crítica a estos movimientos populistas se vuelve esencial en un clima donde la verdad se distorsiona. Nos encontramos en un momento crítico donde es vital desenmascarar los relatos; si los ciudadanos no son capaces de discernir entre la realidad y las narrativas fabricadas, se corre el riesgo de seguir un camino de desilusión y manipulaciones. A medida que se avecinan las elecciones, es imperativo que la población esté alerta y no se deje llevar por discursos simplistas que buscan dividir y conquistar.

La historia en torno a TikTok y Trump es un recordatorio de que el populismo no solo es un fenómeno político, sino una amenaza a la democracia misma. Si no queremos ser cómplices de nuestra propia manipulación, debemos exigir un diálogo más claro y honesto sobre las verdaderas prioridades de nuestros líderes y cómo estas afectan nuestras vidas cotidianas. Si seguimos como espectadores pasivos, la democracia podría convertirse en un mero espectáculo donde los titiriteros siguen dominando el escenario.