Mundo

El enigmático final del último alcalde de Deusto: una historia oculta tras la anexión

2024-12-24

Autor: Carlos

Han pasado casi cien años desde que la historia de Deusto como municipio autónomo llegó a su fin. La anexión de Deusto y Begoña a Bilbao, que tuvo lugar el 1 de enero de 1925, no solo transformó el paisaje político de la región, sino que también truncó la vida de familias enteras que veían en esta decisión una pérdida irreversible de su identidad. En la plaza de San Pedro, donde se ubicaba la Casa Consistorial de Deusto, poco más de un puñado de personas se congregó para presenciar un acto que marcaría el fin de una era. La ausencia más notoria fue la de Marcos Orueta, quien había liderado la resistencia contra la incorporación a Bilbao durante seis largos meses.

La historia de Orueta es la de un hombre que luchó denodadamente por salvaguardar la autonomía de su pueblo. Mientras otros municipios se alineaban con bilbaínos, él y su secretario, Jesús de Gaztañaga, intentaron conectar con el Gobierno y presentar su oposición a la anexión a través de múltiples documentos dirigidos a las autoridades competentes. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada; el poder de la ciudad de Bilbao, más industrial y con una proyección internacional notable, pesaría sobre las voces de aquellos que pedían ser escuchados.

Los habitantes de Deusto, que llevaban una vida tranquila y comunitaria, se sentían traicionados: no hubo referéndum, ni consulta alguna. La voluntad de los políticos locales choca con la ambición expansionista de Bilbao, que había florecido especialmente durante la Primera Guerra Mundial. Aritz Ipiña, historiador que ha estudiado este conflicto, describe el paisaje de enfrentamientos legales y burocráticos a los que se vieron sometidos Orueta y su equipo, como un último intento de aferrarse a una vida que habían conocido durante generaciones.

Cuando finalmente se llevó a cabo el acto de anexión, el nuevo alcalde de Bilbao, Federico Moyúa, pronunció un discurso que hablaba de unidad y hermandad, pero que Orueta no pudo escuchar, pues prefirió desentenderse de lo que consideraba una humillación. En su lugar, Gaztañaga ofreció una contestación digna a la injusticia que padecían: "La anteiglesia de Deusto ha tenido una vida próspera... Y, sin embargo, se ha decretado su muerte". Esa amargura compartida por muchos de los deustuarras quedó plasmada en cada firma que añadieron a las peticiones para que se respetara su autonomía.

Tras la anexión, Orueta se hizo invisible para la historia. A pesar de ser un personaje clave en este proceso, sus rastro se diluyó. De acuerdo con relatos de su descendencia, se retiró a la localidad de La Junquera donde administraba una finca agrícola que había heredado, famosa por su belleza natural y sus huertas bien cuidadas. Sin embargo, la vida en Deusto se tornó más complicada cuando las tierras fueron expropiadas por el Gobierno para el desarrollo de nuevas infraestructuras, obligándolo a buscar nuevas oportunidades en Marruecos. Allí, se convirtió en paisajista, fomentando la agricultura en una nueva finca y tratando de establecer la pelota vasca en Francia.

El relato de Orueta es uno de estos que solían escribirse en letras invisibles en las páginas de la historia: un hombre entre la lucha y la resignación, que nunca volvió a su lugar de origen después de la anexión. Su historia se desliza entre emociones, decisiones difíciles y una búsqueda constante de reconocimiento, tanto en el ámbito político como en el personal. Pasó sus días en Marruecos y, tras múltiples fracasos económicos, fue rescatado por su hijo, que le proporcionó un hogar en Madrid y Sevilla, donde se convirtió en un abuelo cariñoso, alejado de las luchas que definieron su juventud.

La historia de Marcos Orueta, el último alcalde de Deusto, refleja un cruce de caminos entre la identidad local y el poder centralizado de las grandes ciudades. Hoy su vida puede parecer un eco distante en un entorno moderno, pero su legado en la lucha por la autonomía y las raíces de su pueblo aún resuena en aquellos que conocen su historia, la de un pueblo que alguna vez existió fuera del mapa de Bilbao.