La reciente victoria electoral de Donald Trump ha desatado una ola de euforia en los mercados estadounidenses. En la primera hora tras su triunfo, el S&P 500 y el Nasdaq 100 subieron un 2%, mientras que el Dow Jones Industrial lo hizo en un asombroso 3,1%. Pero no todo es felicidad: las bolsas europeas y chinas ingresan en una fase de incertidumbre, con el Stoxx Europe 600 cayendo un 0,6% y el yuan sufriendo una depreciación significativa frente al dólar debido a las expectativas de cambios drásticos en la política económica estadounidense.

Los activos digitales también celebraron con entusiasmo el regreso de Trump; el Bitcoin salió disparado un 7,4%, alcanzando los 74,248 dólares, mientras que el Ether tuvo un aumento del 9,8%, tocando los 2,652 dólares, en un contexto donde se espera que Trump desregule el sector, contradiciendo las exigencias de los bancos centrales.

En el ámbito de la deuda, el bono del Tesoro a 10 años subió 18 puntos básicos, reflejando la confianza de los inversores a largo plazo en la economía estadounidense, mientras que el bund alemán, símbolo de la estabilidad europea, cayó 3 puntos básicos, hasta el 2,40%. Todo esto ocurre en un momento en que el canciller alemán Olaf Scholz enfrenta una crisis política, lo que añade más tensión en el panorama europeo.

La reciente valorización de Tesla, con un aumento de 15% después de que Trump elogiara a Elon Musk, señala un cambio en el ambiente empresarial de California hacia la era Trump. Pero, ¿esta euforia es realmente sostenible? Los analistas nos advierten que podría haber un precio a pagar por las políticas económicas que podrían implementarse.

Sin embargo, la reacción de los mercados no está exenta de críticas. Algunos economistas aseguran que la preferencia por el conservadurismo en el manejo económico podría poner en riesgo la estabilidad que se había logrado en los últimos años. Mohamed El-Erian, ex CEO de PIMCO, ha subrayado que el nuevo mandato de Trump podría tener efectos estructurales que cambien la dirección de la economía para peor.

A pesar de la aparente fortaleza del PIB, que se sostiene gracias a la inyección de estímulos keynesianos bajo el mandato de Biden, la sombra de una posible recesión se cierne si Trump decide desmantelar los programas que han mantenido a flote la economía. El legado demócrata, que ha fomentado un crecimiento continuo, se podría ver enviado a la papelera bajo una administración que prioriza los recortes y la desregulación.

El ascenso de Trump no solo ha reconfigurado el discurso económico en Estados Unidos, sino que su política podría impactar significativamente en la economía global. La preocupación por sus decisiones climáticas, que ya han sido calificados de una "estafa" por Trump, se suma a las tensiones sobre la soberanía monetaria de la Fed, sugiriendo un potencial a largo plazo para políticas que podrían desestabilizar el mercado.

Por si fuera poco, la reacción internacional también se hace sentir. Europa y China están observando de cerca el escenario que puedan presentar las políticas del nuevo presidente, sobre todo en materia de aranceles e importaciones. De hecho, estimaciones recientes sugieren que China podría perder hasta dos puntos de crecimiento si se aplican aranceles del 60%, lo que intensificaría sus propios problemas económicos.

Mientras tanto, tanto países europeos como chinos empiezan a planear su respuesta a lo que perciben como un retorno de economías proteccionistas y aislacionistas. ¿Están preparados para enfrentar un nuevo capítulo de tensiones comerciales y políticas económicas severas que podrían cambiar el orden global tal como lo conocemos?

En resumen, aunque la victoria de Trump ha traído alegría momentánea a los mercados, los desafíos a largo plazo podrían resultar devastadores no solo para Estados Unidos, sino para la economía mundial. La gran pregunta sigue siendo: ¿es esta euforia el preludio a una tormenta que todos debemos temer?