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¡El Atlético debe mirar a 600 kilómetros por la solución a la violencia de sus ultras!

2024-09-30

El escándalo que sacudió el Metropolitano el pasado domingo durante el derbi madrileño dio la voz de alarma. La detención del partido durante 15 minutos por el lanzamiento de objetos hacia el portero del Real Madrid, Thibaut Courtois, mostró una vez más la gravedad del problema. En la grada detrás de una de las porterías, se avistó simbología ultra y aficionados con sus rostros cubiertos, todo sumado a un clima de violencia impropio de un evento deportivo. Este comportamiento no es nuevo y revela un patrón de episodios violentos y delictivos que asocian al grupo ultra, conocido como el Frente Atlético, con actos repudiables y hasta asesinatos. Las acciones del club, dirigido por Enrique Cerezo, han demostrado ser claramente insuficientes para controlar la situación.

Mirando hacia el pasado, el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, logró cambiar el rumbo de los Boixos Nois, un grupo ultra con antecedentes criminales que solía tener una fuerte influencia en el Camp Nou. Aunque el proceso no fue fácil, Laporta logró reducir la presencia e influencia de este grupo y minimizar los incidentes asociados, especialmente en competiciones internacionales. "Aguantaron todas las amenazas", apuntan las fuentes que vivieron el agudo conflicto.

Desde su llegada a la presidencia en 2003 y con su plataforma Elefant Blau, Laporta se comprometió a erradicar la violencia en el club, convirtiéndose en una amenaza para los ex presidentes José Luis Núñez y Joan Gaspart, quienes habían protegido a los Boixos durante años. En aquellos días, los aficionados ultras contaban con privilegios y un espacio reservado en el Camp Nou donde exhibían sus banderas y utensilios. Sin embargo, Laporta tomó cartas en el asunto desde su primer día en el cargo, despojándolos de sus privilegios.

La política de "tolerancia cero" de Laporta fue un cambio radical. Antes de su intervención, los Boixos disfrutaban de entradas gratuitas y financiación que les permitían actuar con total impunidad. Durante el Trofeo Joan Gamper, se vio que su tiempo de libertad había llegado a su fin, y los socios del club recordaban con temor su presencia en el Gol Norte del estadio, lo que llevó a muchos a cambiar de asiento.

El contraataque de los Boixos se tradujo en amenazas personales contra Laporta, incluyendo pintadas en su casa. Tal fue la presión que Laporta tuvo que mudarse a Sant Cugat del Vallès y recibir escolta. La batalla contra este grupo se volvió personal para él y su familia, y su cuñado, Alejandro Echevarría, se convirtió en una figura clave en la seguridad del club.

Un incidente notorio fue la salida de Manuel Santos, un empleado del club que actuaba como nexo de los Boixos, lo que llevó a un escándalo en el que se evidenciaría que el peligro seguía latente. La culminación de este conflicto se dio tras un partido en el Palau Blaugrana, cuando un miembro de los Boixos se acercó de manera intimidante hacia Laporta. Este acto fue la chispa que encendió la acción decisiva: la purga de los miembros ultras del estadio.

A raíz de este proceso, Laporta no solo logró reducir a los Boixos Nois, sino que también estableció una nueva grada de animación para unir a diferentes grupos de jóvenes, lo que ha sido imitado por otros clubes. El Atlético de Madrid, por lo tanto, tiene una tarea crucial por delante: aprender de los aciertos y desafíos de Laporta y configurar un futuro sin la sombra de la violencia de sus ultras, para así garantizar un ambiente seguro en el fútbol español. ¡Es hora de que el Atlético tome medidas decisivas y haga historia, antes de que sea demasiado tarde!