“Dios, amor y aranceles”. Estas son las tres palabras que definen la visión de Donald Trump, conformando no solo su discurso electoral, sino también su futuro cercano en la Casa Blanca. Esta retórica, similar a las consignas de movimientos populistas del pasado, evoca un sentido de urgencia y cambio que apela a la masa. Con un eco directo del fascismo, se ha comenzado a estudiar el fenómeno Trump en espacios académicos de prestigio como Harvard.

La Doctrina Trump se ha convertido en un verdadero test para la democracia estadounidense y para el orden liberal internacional. Sus primeras acciones han sido cuidadosamente previstas: una política de inmigración rigurosa y un enfoque agresivo en el sector energético fueron anticipados durante su campaña. Pero, ¿realmente cambiarán las cosas?

Desde el primer día, hemos visto el regreso de la retórica de emergencia nacional en política migratoria. Sin embargo, el escenario se complica; el gobierno de Biden ha deportado más migrantes que Trump en su primer mandato, lo que nos lleva a cuestionar si Trump podrá seguir sus propias amenazas. Por otro lado, la promesa de “perforar, perforar y perforar” para liberar los precios del gas y el petróleo se presenta como una respuesta directa a la inflación que ha golpeado a la clase media. Sin embargo, la realidad muestra que reducir los precios no es tan sencillo como parece.

En cuanto a los aranceles, Trump tendrá que manejar un equilibrio delicado. Mientras amenaza a China y a Europa con tarifas y contrapartidas comerciales, es crucial recordar que Europa tiene una balanza comercial positiva con Estados Unidos y que cualquier medida unilateral podría terminar dañando su propia economía. Esta es solo una parte de una estrategia más amplia de 'America First' que busca realinear las dependencias comerciales a favor de Estados Unidos.

Otro aspecto inquietante de la agenda Trump es el fortalecimiento de oligopolios tecnológicos a merced de las grandes corporaciones, como se evidencia por la presencia de figuras como Elon Musk durante su toma de posesión. Estos oligopolios no solo han financiado su ascenso, sino que ahora mantienen las riendas de la narrativa mediática en un contexto de creciente desconfianza hacia la regulación.

En el contexto internacional, la situación no parece menos grave. El sistema multilateral, que ha sostenido el orden mundial desde 1945, se encuentra en un estado de fragilidad extrema. La ONU, los Acuerdos de París y otras instituciones están tambaleándose, mientras Trump actúa como un agente de descomposición, centrando su mirada en zonas de influencia y en debates sobre hegemonía mundial. Con el creciente ascenso de China y el comportamiento errático de Putin, el futuro se presenta incierto.

Europa, atrapada en esta dinámica, se enfrenta a una era de redefinición. Las viejas fórmulas, que combinaron el poder blando y los valores humanitarios, necesitan una modernización urgentemente. El poder de compra de Europa podría ser su mejor arma contra estas presiones, pero se requiere una estrategia bien estructurada para competir. La historia está a punto de repetir su curso, y esta vez, es crucial actuar antes de que el ‘puñetazo’ de la realidad se convierta en una nueva crisis global. ¡Mantente alerta, el futuro ya está aquí!