Albal: Una Tragedia que Revela la Fuerza de la Solidaridad
2024-11-03
Autor: Antonio
Son las 7:30 am y en la Avenida Blasco Ibáñez de Albal, un hombre lija una puerta mientras una voluntaria pasa ofreciendo desayuno a los vecinos con un carrito lleno de café y magdalenas, en una de las zonas más afectadas por la DANA. En medio de este panorama desolador, Sonia, con un altavoz en mano, informa que habrá comida caliente en el Colegio San Carles al mediodía. A pesar de la devastación, una voz curiosa sobrevuela la escena: “¿Necesitáis ayuda?”. Esta pregunta ha resonado continuamente en los últimos días, evidenciando la desesperación de muchos.
El pasado martes fue una noche infernal para los 16,806 habitantes de Albal. Mientras unos luchaban por salvar sus vidas, otros permanecían ajenos al caos debido a la falta de electricidad, que los dejó sin acceso a información. Las diferencias eran evidentes: mientras ciertas áreas estaban cubiertas de barro, en otras, como La Balaguera, la vida continuaba casi normalmente, con bares abiertos y gente despreocupada.
“Falta información, no sabemos nada, no tenemos agua”, se quejaba Rosa, una mujer que, después de vagar hacia las afueras, logró captar señal para comunicarse. A través de su teléfono, tenía noticias de su bar en Alfafar: “No sé cuándo podremos regresar, lo que hemos visto es una catástrofe”, decía, reflejando la incertidumbre de muchos.
El impacto de la tragedia se medía en cada rincón de Albal. Un supermercado apareció como un oasis, atrayendo a toda la comunidad asustada y cansada. De ahí, salieron rumores sobre un lugar, el colegio Juan Esteve, donde se distribuía agua y comida. Los habitantes que aún no habían sido tocados por la tragedia, se resistían a comprender la magnitud de los estragos, y esto provocó malentendidos y preguntas de incredulidad.
Uno de los hogares afectados era el de Paco, quien había perdido todo junto a su esposa enferma. Gracias a la ayuda de una vecina solidaria, lograron tener algo de comida, un gesto que simboliza la unión entre los que más han sufrido y aquellos que han mostrado generosidad.
A pesar de la ausencia de electricidad y las noticias angustiosas de otras localidades cercanas como Catarroja y Massanassa, la comunidad comenzó a despertar hacia la realidad. En el Colegio Juan Esteve, Blas había sido rescatado después de ser arrastrado por la corriente; su única preocupación era su perro, que había quedado atrás.
El jueves, a medida que la luz regresaba, también lo hacían las trágicas noticias sobre la magnitud de la devastación en los alrededores. Pero con la llegada de la energía eléctrica, la esperanza también renació. A lo largo de la ciudad, vecinos comenzaron a unirse para ayudar. Voluntarios de pueblos vecinos llegaron a Albal, dispuestos a aportar lo que tuvieran en sus manos, desde comida hasta herramientas para limpiar las calles.
El viernes, la oleada de solidaridad creció. Personas de lugares tan lejanos como León y las Canarias se estaban uniendo para apoyar a la gente de Albal. La comunidad, que había sido devastada, empezó a sentir que no estaban solos. “Hoy, al ver a tantos ayudar, estuve a punto de llorar. Este apoyo me ha devuelto la fe”, dijo Ana, una voluntaria que había venido para ayudar.
En la jornada del sábado, la asistencia continuó llegando y finalmente comenzó la llegada de vehículos oficiales, marcando el inicio de la recuperación. Aunque la tarea por delante es monumental, la fuerza de la resiliencia y la solidaridad está más viva que nunca en Albal.