El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reavivado sus antiguas intenciones de anexar Groenlandia, lanzando una sutil pero clara advertencia durante una reciente rueda de prensa.

Tras la toma de posesión de Alina Habba como fiscal federal de Nueva Jersey, Trump no dudó en reiterar la importancia estratégica de Groenlandia para Estados Unidos. "Necesitamos Groenlandia", afirmó ante los periodistas en el Salón Oval, recalcando que el territorio es crucial para la seguridad nacional estadounidense.

El mandatario, citando la creciente presencia de barcos chinos y rusos en las aguas de la isla, enfatizó: «No se trata de si podemos prescindir de ella (Groenlandia). No podemos». Además, cuestionó la capacidad de Dinamarca para manejar el territorio, sugiriendo que su manejo ha sido insuficiente en términos de seguridad y atención a la población local.

"Creo que Dinamarca lo entiende, creo que la Unión Europea lo entiende, y si no, tendremos que explicárselo", añadió. Esta declaración ha suscitado preocupaciones sobre la postura de EE.UU. en un área geoestratégicamente disputada, donde los intereses de otras potencias están en juego.

La política exterior de Trump siempre ha estado marcada por un enfoque pragmático y a veces agresivo. En este contexto, el vicepresidente JD Vance, durante su visita a la base militar estadounidense de Pituffik en Groenlandia, criticó la gestión danesa del territorio, argumentando que ha descuidado la seguridad y el bienestar de la población autóctona durante años.

Pero, ¿realmente Estados Unidos está listo para dar un paso más allá y considerar una oferta formal de compra? Algunos expertos sugieren que las tensiones en la región podrían intensificarse, especialmente ante la creciente influencia de potencias extranjeras en el Ártico. Groenlandia no solo es un terreno estratégico por sus recursos naturales, sino también por su ubicación en un punto crucial para el comercio marítimo.

La amenaza de Trump ha reabierto un debate sobre la política exterior de EE.UU. en el Ártico y las relaciones con Dinamarca. Mientras tanto, el futuro de Groenlandia sigue siendo incierto, y la atención internacional está más centrada que nunca en la isla que podría convertirse en el centro de una nueva rivalidad entre superpotencias.