
Psicofármacos: ¿Cincuenta años de estancamiento o un nuevo amanecer?
2025-03-21
Autor: Sofía
Los años 50 y 60 marcaron la llamada 'época dorada' de la psiquiatría, donde la ciencia pasó de un vacío farmacológico a encontrar tratamientos efectivos que abordaban los oscuros recovecos de la mente y regulaban el dolor emocional. Por casualidad, emergieron antipsicóticos que bloqueaban la recepción de dopamina y antidepresivos que mejoraban la recaptación de serotonina. Estos descubrimientos fueron fundamentales para ayudar a las personas a lidiar con trastornos graves como la esquizofrenia y la depresión. El lanzamiento del Valium (diazepam) en 1963 indica cómo las benzodiacepinas, al potenciar el neurotransmisor GABA, suplantaron a los peligrosos barbitúricos en el tratamiento de la ansiedad. Un panorama prometedor se dibujaba para los psiquiatras, que contaban no solo con una variada gama de medicamentos, sino también con un arsenal de esperanza para sus pacientes.
Sin embargo, a partir de los años 70 y 80, la crítica a este campo comenzó a surgir. Según David Nutt, un conocido académico de la Universidad Imperial de Londres, los últimos 50 años han estado repletos de variaciones sobre tratamientos ya existentes, con escasos hallazgos innovadores. Nutt sostiene que, a pesar de algunos avances, hemos repetido los mismos errores en investigación, atrapados en un exceso de regulación y rigidez metodológica que asfixia la creatividad y la exploración en el ámbito de la salud mental. Su diagnóstico es claro: medio siglo de estancamiento.
Aun así, no todos comparten esta visión desalentadora. Eduard Vieta, director de psiquiatría en el Hospital Clínic de Barcelona, señala que aunque las terapias recientes son, en efecto, variaciones de tratamientos anteriores, se ha logrado un refinamiento considerable de los efectos adversos. Él los compara con ‘primos hermanos’ menos agresivos. Con la llegada de nuevos tratamientos como la esketamina, autorizada en España desde 2022, Vieta sostiene que actualmente podríamos estar en una 'edad de plata' en psiquiatría, a pesar de la falta de un gran auge como el de la postguerra.
Los expertos, con grados variados de optimismo, coinciden en señalar que el cerebro humano sigue siendo un enigma complejo y muchas veces incomprendido en el diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales. La neurobiología se enfrenta al desafío de medir pensamientos y emociones de manera precisa, algo que a menudo escapa a un análisis totalmente objetivo. Apenas se comienzan a explorar nuevas tecnologías, como la investigación con organoides, que podrían ofrecer alternativas innovadoras, aunque con un trasfondo ético complejo.
La antipsiquiatría, surgida en los 60, ha aportado otro obstáculo, abogando que las enfermedades mentales son, en esencia, un reflejo de problemas sociales más que trastornos clínicos. Esta perspectiva ha permeado el sistema de atención médica y ha relegado el sufrimiento psíquico a un segundo plano.
Nutt sugiere un cambio radical en la investigación de enfermedades mentales, abogando por un enfoque menos centrado en ensayos clínicos controlados y más en la exploración del fenómeno humano. Su deseo es regresar al espíritu de descubrimiento de los años 50 y 60, donde la investigación se guiaba por la curiosidad y la inspiración.
En cuanto al potencial de tratamientos psicodélicos, Vieta está optimista. Está investigando cómo la psilocibina y la dimetiltriptamina podrían ofrecer un nuevo camino en el tratamiento de trastornos difíciles de manejar, como la depresión severa o el trastorno bipolar. Nutt, sin embargo, insta a la precaución, temiendo que el impulso regulador actúe como un freno a la innovación en este campo. A medida que el mundo se abre a nuevas posibilidades en los tratamientos, el futuro de la psiquiatría podría estar en un delicado equilibrio entre la ciencia y la humanidad.