¿Los Sustos Virales Convierten la Infancia en un Terreno de Juego del Miedo?
2024-12-26
Autor: Pedro
En los últimos tiempos, plataformas como TikTok se han inundado de impactantes videos en los que adultos disfrazados del temido Grinch irrumpen con violencia en celebraciones familiares. En estas escenas, los pequeños, que jugaban felices, son aterrorizados cuando estos intrusos les arrebatan sus juguetes. Mientras los adultos se ríen a carcajadas, los niños quedan atrapados en un torbellino emocional de llanto y angustia. Esto no es solo un "juego" inofensivo; es una real oportunidad para reflexionar sobre cómo nuestra cultura del entretenimiento a menudo ignora el bienestar emocional de los más pequeños.
Los niños en sus años formativos dependen de un ambiente seguro y de contención emocional. Cuando son brutalmente sorprendidos, se comienza a erosionar esa confianza fundamental en el mundo. En muchos de estos videos, se observa a niños desprevenidos y tranquilos, jugando en sus casas, quienes, al abrir la puerta por curiosidad, son recibidos en su mundo de fantasía por una figura amenazante. Las risas de los adultos son un eco lejano mientras se ven a los niños en pánico, solos y sin control sobre la situación.
No es un fenómeno nuevo. Históricamente, como apunta el psicólogo Lloyd deMause, asustar a los niños ha sido parte de tradiciones en diversas culturas. En ciertos lugares de Europa, por ejemplo, el Krampus se utilizaba como figura que castiga a los desobedientes, en un intento de imponer disciplina a través del miedo.
Es alarmante también cómo estas experiencias dan lugar a una relación desigual entre adultos y niños. Mientras que los primeros dictan las reglas, los segundos son obligados a participar en situaciones para las que no dieron consentimiento. Este tipo de "humor" se convierte en una herramienta poderosa que margina el derecho del niño a sentirse seguro.
En comparación con historias adaptadas para su edad, en las que pueden explorar sus miedos en un entorno controlado y seguro, estos "juegos" no solo son incómodos; también contribuyen a un ambiente emocional hostil en el que es normal tratar a los niños sin el respeto que merecen.
Es llamativo que muchos padres eviten que sus hijos jueguen videojuegos por su violencia, pero no encuentran raro hacer estas “bromas”, como si el impacto emocional no fuera comparable. Este tipo de humor puede enmascarar tensiones y conflictos internos en los adultos, proyectando sus propias inseguridades sobre la infancia.
Estos episodios pueden generar sentimientos profundos de vulnerabilidad, traición y miedo. Si son experiencias repetidas, pueden dejar cicatrices duraderas en la psique infantil. Esto invita a cuestionar las prácticas sociales que transforman la infancia en un campo de proyecciones emocionales no resueltas de los adultos.
El mundo infantil, más allá de ser un espacio de alegría, también es un terreno donde el miedo puede ser explorado, siempre que exista seguridad y amor alrededor de los niños. Pero debemos ser conscientes de cómo estas prácticas afectan su desarrollo emocional y mental. La literatura, como el libro "Claus y Lucas" de Ágota Kristóf, muestra con gran claridad los horrores que los adultos pueden infligir en los niños y cómo esto afecta su percepción del mundo.
A través de la historia de los gemelos Claus y Lucas, quienes sufren horrores inimaginables durante la Segunda Guerra Mundial, la autora retrata el daño irreparable que la negligencia y la violencia provocan en la infancia.
En lugar de utilizar la infancia como un escenario para nuestros temores y proyecciones, es esencial que como sociedad abordemos estos temas en un contexto terapéutico. La pregunta clave aquí es: ¿por qué continuamos perpetuando tradiciones que parecen inofensivas pero que, en su esencia, son una forma de violencia emocional?
Así como el Grinch representa un eco de los anxiedades adultas en su búsqueda de risa a costa de los niños, nosotros también debemos mantener una mirada crítica hacia nuestras prácticas culturales. Es vital avanzar hacia una comprensión más profunda del daño que pueden causar estas tradiciones, enfrentando así las sombras de nuestro propio pasado y el futuro emocional de los más jóvenes.