Los animales y las enfermedades mentales: un vínculo más cercano de lo que se pensaba
2025-01-18
Autor: Isidora
Durante siglos, la creencia de que los animales pudieran experimentar emociones complejas o trastornos mentales fue considerada mera especulación. Sin embargo, la ciencia moderna ha comenzado a desmantelar este mito, aportando evidencia de que muchas especies, especialmente mamíferos y algunas aves, son susceptibles a condiciones similares a las humanas, tales como la ansiedad y los comportamientos compulsivos.
Los avances en neurología y comportamiento animal han permitido iluminar estas similitudes, y expertos como Carlo Siracusa, veterinario y profesor asociado de la Universidad de Pensilvania, afirman rotundamente que "los animales absolutamente pueden experimentar enfermedades mentales".
Siracusa, que trabaja con perros y gatos que presentan comportamientos agresivos o destructivos, señala que a menudo estas conductas son resultado de angustia, miedo o malestar emocional. Estos estados se procesan en áreas del cerebro que son equivalentes a las que utilizan los humanos, específicamente en la amígdala, la región responsable de regular las emociones.
A diferencia de los humanos, los animales no pueden expresar verbalmente sus emociones, lo que hace complicado diagnosticar trastornos mentales en ellos. Sin embargo, los dueños pueden identificar problemas a través de la observación del comportamiento: los perros y gatos pueden mostrar señales de ansiedad al caminar nerviosamente, temblar, vomitar de forma compulsiva o incluso desarrollar problemas de piel por el estrés, como la pérdida de pelo.
En primates en cautiverio, se han documentado comportamientos extremos como la automutilación y la ingesta de sus propios excrementos, lo que subraya el impacto devastador del entorno en su bienestar. Conductas destructivas como destrozar muebles por ansiedad por separación son un claro indicador del sufrimiento emocional de un animal.
Situaciones de trauma, como el abuso o cambios bruscos en el ambiente, pueden producir respuestas impulsivas en los animales, similares a los trastornos de ansiedad o el estrés postraumático (TEPT) que enfrentan los humanos. De hecho, hay datos alarmantes que indican que aproximadamente el 10% de los perros militares estadounidenses que sirvieron en Afganistán han sido diagnosticados con TEPT.
No obstante, aunque se observan patrones de comportamiento similares, hay diferencias notables en la forma en que han evolucionado estas experiencias mentales. Por ejemplo, la esquizofrenia no se ha observado en animales. Investigaciones del Hospital Monte Sinaí sugieren que esta condición podría ser exclusiva de los humanos, debido a cambios evolutivos en regiones específicas del ADN ausentes en otras especies.
Además, se ha descubierto que los animales carecen de la capacidad de experimentar formas complejas de depresión asociadas con pensamientos abstractos o existenciales. Esta limitación, según Siracusa, podría deberse a la falta de un córtex prefrontal sofisticado, que en humanos es crucial para la planificación a largo plazo y la reflexión profunda.
El entorno también juega un papel fundamental en el bienestar emocional de las mascotas. Aquellos que sufren ansiedad por separación a menudo desarrollan comportamientos destructivos como respuesta al estrés. Animales que han sido maltratados o descuidados muestran conductas impulsivas y agresivas, un fenómeno que recuerda las dinámicas observadas en generaciones pasadas de crianza humana, donde el uso de castigos físicos solo agravó los problemas de comportamiento.
La creciente conciencia sobre las emociones animales ha catalizado un cambio en la manera en que la ciencia y la sociedad entienden su bienestar. Durante gran parte del siglo XX, el conductismo dominaba, argumentando que atribuir emociones humanas a los animales era un antropomorfismo erróneo. No obstante, investigaciones recientes en neurociencia y psicobiología han demostrado que los procesos cerebrales de los animales son sorprendentemente similares a los nuestros, legitimando la relación entre comportamiento y emoción.
Esta nueva visión ha llevado al desarrollo de tratamientos para el bienestar emocional de las mascotas. Según una encuesta nacional de 2017 realizada por Packaged Facts, en Estados Unidos, alrededor del 8% de los dueños de perros y un 6% de los dueños de gatos han administrado medicamentos ansiolíticos o estabilizadores del humor a sus animales. Esta práctica, aunque respaldada en casos extremos, puede enmascarar problemas más profundos como un entorno inapropiado.
Expertos advierten sobre la importancia de detectar y abordar los signos iniciales de ansiedad o estrés en los animales para prevenir problemas más serios en el futuro. Siracusa enfatiza que muchas mascotas que no parecen tener comportamientos destructivos pueden estar experimentando angustia emocional oculta; de hecho, muchos animales permanecen en un estado de ansiedad silenciosa, esperando el regreso de sus dueños, sin poder expresar su estrés de manera evidente.