La economía china se tambalea y eso significa más tensiones comerciales
2024-09-20
Autor: Antonia
Ha sido un mes sombrío para la economía china, y las malas noticias no parecen tener fin. Recientes datos indican que la segunda mayor economía del mundo se está ralentizando a un ritmo más alarmante de lo esperado, lo que ha llevado a los analistas a predecir que no alcanzará su modesto objetivo de crecimiento del 5% para este año.
El crecimiento de la producción industrial y las ventas al por menor han mostrado un descenso significativo, mientras que el mercado bursátil y la inversión inmobiliaria han caído en picada. La tasa de desempleo ha aumentado febrilmente y la deflación se ha convertido en un problema apremiante. Pero, ¿cuáles son las razones detrás de este deterioro?
A pesar de los signos evidentes de deterioro económico, las autoridades chinas permanecen reacias a implementar medidas comparables a los enormes paquetes de estímulo de la crisis financiera de 2008, que muchos economistas consideran necesarios para intentar frenar la caída. En lugar de eso, el gobierno continúa apostando por una estrategia centrada en la inversión en manufactura avanzada y el crecimiento impulsado por las exportaciones, mientras que las tensiones comerciales con Estados Unidos y Europa se intensifican, afectando gravemente su capacidad para exportar algunos de sus productos más valiosos.
Desde la implementación de políticas de “cero COVID” que priorizaron la salud pública sobre el crecimiento económico, China ha luchado por recuperarse. Muchos esperaban que la demanda reprimida se liberara al finalizar estas políticas, pero la realidad ha sido bastante diferente. Las cifras recientes muestran que el impulso económico ha declinado drásticamente en agosto, con las ventas minoristas creciendo a un ritmo más lento que el de julio, según la Oficina Nacional de Estadística, ya que las familias chinas están ahorrando más que gastando.
El desafío se agrava aún más por un mercado laboral desolador. En agosto, la tasa de desempleo urbano alcanzó un 5,3%, la más alta en seis meses, lo que agrava las dificultades de los jóvenes. La incertidumbre llevó a las autoridades a suspender la publicación de estadísticas sobre desempleo juvenil después de que alcanzara cifras históricas el año anterior. En julio, la tasa de desempleo juvenil llegó a un impresionante 17%.
El derrumbe del sector inmobiliario, que hasta hace poco representaba casi una cuarta parte de la economía china, se sitúa en el epicentro de estos problemas. Una crisis se desató tras las restricciones en la capacidad de los desarrolladores para obtener préstamos desde 2020, lo que llevó a impagos en cadena. Desde enero, la inversión en este sector ha disminuido más del 10% en comparación con el año anterior, lo que ha afectado gravemente también a los gobiernos locales, cuya principal fuente de ingresos ha sido la venta de tierras.
Los indicadores del mercado muestran un reflejo de estas preocupaciones: el índice de referencia de las acciones chinas ha caído alrededor del 14% desde mayo. De hecho, muchos inversores, tanto nacionales como internacionales, están en una constante búsqueda de señales claras que les motive a inyectar más capital en el mercado. La demografía del país’s tampoco ofrece un respiro a las proyecciones a largo plazo. Ante el envejecimiento de la población y la caída de la tasa de natalidad, el gobierno ha anunciado un aumento en la edad de jubilación como medida para encarar la falta de mano de obra.
La meta del 5% de crecimiento ahora parece costar más de lo anticipado. Recientes comentarios de Xi Jinping a los funcionarios del gobierno destacan la creciente presión para alcanzar los objetivos de desarrollo, aunque bancos de inversión como Goldman Sachs y Citigroup ya han reducido sus expectativas a un 4,7% y un 4,6%, respectivamente.
También, el gobierno chino ha llevado a cabo una transformación radical en el entorno empresarial, particularmente bajo la dirección de Xi Jinping, quien ha lanzado una intensa campaña anticorrupción que ha encerrado no solo a funcionarios corruptos, sino también a elementos del sector privado que se perciben como amenazas al control del partido. El clima de desconfianza también ha afectado a empresas estadounidenses que operan en China, que reportan beneficios récord en un contexto de constantes tensiones comerciales.
A pesar de las crecientes demandas para implementar políticas de estímulo que refuercen la demanda, el gobierno se ha centrado en la autarquía tecnológica, invirtiendo montantamente en la manufactura de semiconductores y otras áreas que consideran estratégicas frente a las tensiones con Occidente. Sin embargo, algunos expertos cuestionan los motivos detrás de esta decisión, sugiriendo que un enfoque en el bienestar social podría ofrecer un salvavidas en tiempos de crisis.
Contrariamente a una ralentización, China ahora tiene que enfrentarse a un nuevo desafío: una posible intensificación de tensiones comerciales a medida que se esfuerzan por aumentar las exportaciones. A medida que la economía interna se debilita, los esfuerzos de las empresas chinas por ganar terreno en el extranjero podrían desencadenar una retaliación comercial severa, con Estados Unidos y la Unión Europea aumentando sus aranceles sobre la producción china.
Recientemente, el gobierno estadounidense subió aranceles a productos chinos, creando un nuevo frente de tensión. Si bien la rencilla comercial per se es desconcertante, también presenta la oportunidad de reformar estructuras enraizadas que podrían beneficiar el desarrollo global. La economía china enfrenta un crucial momento, y su destino está ligado no solo a las decisiones internas, sino también a sus interacciones con el resto del mundo.