El fútbol chileno a menudo presenta momentos de gran pasión, pero también de tensiones extremas. Este es el caso de Paulo Garcés, portero que se destacó en Colo Colo desde su llegada en 2014, y que en 2017 vivió uno de los capítulos más oscuros de su carrera.

Tras una temporada prometedora donde logró la titularidad sobre Justo Villar, una lesión en el hombro complicó su desempeño. A pesar de haber renovado su contrato, un bajo rendimiento en el primer semestre de 2017 terminó en su salida del club, una decisión que le dejó un sabor amargo y trae consigo un costo emocional.

Garcés confesó: “Terminé con mi salida, traumática, mal, porque perdí un contrato de tres años. Nadie imagina lo que es irse con las manos vacías a Antofagasta.” Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta que aunque difícil, fue lo mejor para su familia, ya que “hasta el día de hoy cuestiono, ‘¿Fue buena la decisión?’ Sí, porque seguí jugando y mantuve tranquila a mi familia.”

El exjugador agregó que no solo enfrentó críticas en el terreno de juego, sino que también sufrió situaciones extremas fuera de él. “Estuve amenazado de muerte muchas veces. Las redes sociales estallaron, me esperaban afuera de casa, y recibía mensajes preocupantes sobre mis hijos”, relató Garcés, quien fue parte del equipo chileno que ganó la Copa América en 2015.

Relató una experiencia desgarradora: “Me apedrearon los autos, y sí, me escupieron con mis hijos en brazos. Tuve que abandonar un supermercado porque la gente me agredía verbalmente. Mi hijo me preguntaba, ‘Papá, ¿qué pasa?’.”

Garcés no es ajeno a la tensión y la presión que conlleva ser un deportista profesional. Refirió que una experiencia similar ocurrió en 2013, tras ganar con O’Higgins contra Universidad Católica en una histórica final. “Subí a mi hermano Óscar al edificio, y allí pusieron un muñeco con mi cara en la puerta de su departamento. En ese instante no era algo que tomara a la ligera, era aterrador”, finalizó con una mezcla de incredulidad y preocupación por la ferocidad de algunos hinchas.

La revelación de Garcés pone en perspectiva el lado poco mencionado del deporte rey en Chile: las consecuencias emocionales y los riesgos asociados a la pasión desmedida.