Salud

Hacia una medicina menos antropocéntrica: ¿Estamos ignorando nuestra deuda con el planeta?

2025-03-12

Autor: Camila

La medicina tradicional ha sido históricamente un campo centrado en el ser humano, ignorando las repercusiones que nuestras prácticas pueden provocar en otros seres vivos y en el entorno inanimado que nos rodea. Por ejemplo, se estima que anualmente se administran alrededor de 16,000 millones de inyecciones, lo que genera residuos no biodegradables que pueden alterar gravemente los ecosistemas donde son desechados. Esto subraya la urgencia de reexaminar éticamente la medicina para que esta integre una corresponsabilidad con nuestro planeta.

El término “Antropoceno” se ha establecido para describir esta era en la que la actividad humana actúa como una fuerza de transformación a gran escala, caracterizada lamentablemente por una desatención egoísta hacia el medio ambiente. La situación es tan crítica que algunos investigadores han acuñado el término “Antropobsceno” para resaltar la magnitud de esta crisis. La manipulación del entorno, agresiva y acelerada, ha llevado al planeta al borde del colapso, comprometiendo nuestra propia existencia.

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha advertido sobre varios puntos de no retorno que ya hemos sobrepasado, incluidos el aumento del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad en ecosistemas críticos como la Amazonía. La raíz de este problema es, en gran medida, el hipercapitalismo, que se traduce en un uso desmedido y extractivo de los recursos naturales con el único objetivo de maximizar el crecimiento económico. En este contexto, algunos críticos sugieren que deberíamos renombrar nuestra época como “Capitaloceno”, en vez de Antropoceno, ya que no es la existencia humana por sí sola la que ha causado esta transformación destructiva, sino el sistema capitalista que explota los recursos sin contemplaciones.

La práctica actual de la medicina refleja estas mismas lógicas de dominación y explotación, evidenciado de manera alarmante durante la crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19. La cantidad masiva de plásticos generados—máscaras, guantes y otros equipos desechables—ha aumentado significativamente la contaminación en nuestros océanos y ecosistemas, sin que muchos de estos materiales hayan cumplido funciones verdaderamente esenciales. Este hecho revela una desconexión alarmante con el planeta y pone en un lugar secundario el impacto ambiental de nuestras decisiones.

El modelo extractivista también permea el cuidado de la salud, priorizando una producción y consumo masivo de productos desechables para minimizar el dolor a corto plazo, en una sociedad que se ha vuelto intolerante al sufrimiento. Nos encontramos en quirófanos de alta tecnología, donde se preferiría desechar en lugar de cuidar, creando así una montaña de residuos en la atención médica. Por lo tanto, se hace necesario replantear la ética detrás de nuestras decisiones, no solo por el bienestar de la humanidad, sino también considerando la salud del planeta.

Esta reflexión nos lleva a una postura de asombro y reverencia, lejos de la explotación, hacia un cuidado auténtico por todo lo que existe. La medicina debería redefinirse no como un ejercicio de dominación, sino como una relación de respeto y cuidado, que reconozca que los sistemas de vida e inertes son interdependientes y, a menudo, trascenden nuestra comprensión actual. Vamos hacia una medicina que no solo sane, sino también que respete y conserve, eliminando la notion de negligencia hacia nuestro planeta.

El desafío ahora es cómo re-ligar nuestras prácticas médicas con nuestro entorno de forma que se instale una corresponsabilidad entre la salud y la sostenibilidad ecológica. Solamente el tiempo dirá si podemos seguir llamando a esta nueva práctica 'medicina' o si tendremos que buscar un nuevo término para describir este enfoque revolucionario.