Ciencia

Física, algoritmos e incertidumbre: la visión de Serge Haroche sobre el futuro tecnológico

2025-03-29

Autor: Sofía

Durante años hemos anticipado la llegada de los ordenadores cuánticos, unas máquinas que, en lugar de bits –unidades de ceros y unos que codifican y almacenan información– emplean cúbits, partículas subatómicas que operan bajo las leyes de la física cuántica y que teóricamente permitirán procesar enormes volúmenes de datos a velocidades impresionantes. Pero, ¿realmente veremos estas máquinas en acción o son solo una ilusión? Serge Haroche, ganador del Nobel de Física 2012, es claro: “En la actualidad, son una utopía. No sabemos cómo superar los obstáculos que impiden que estos dispositivos trasciendan de simples ideas y experimentos de laboratorio.”

Haroche, quien nació en Casablanca en 1944 y ha residido en Francia desde los doce años, enfatiza que para desencadenar “la magia del mundo cuántico”, que promete un poder computacional inimaginable y comunicaciones invulnerables al hackeo, es fundamental que el ordenador esté completamente aislado de su entorno y operando a temperaturas extremas. Este aislamiento no es práctico para los usuarios cotidianos que deseen interactuar con la máquina.

Con una trayectoria impresionante, Haroche ha logrado capturar, manipular y estudiar fotones –que son la base de la luz– sin que pierdan sus propiedades cuánticas. Esta hazaña, que ocurrió hace una década, permitió sentar las bases para la construcción de ordenadores cuánticos, aunque aún queda un largo camino por recorrer antes de que podamos verlos funcionando a gran escala. Su labor le valió el Nobel en 2012, compartido con el estadounidense David J. Wineland, quien también realizó experimentos similares.

Profesor emérito en la Escuela Normal Superior de París, Haroche aboga incansablemente por invertir en ciencia y apoyar a investigadores jóvenes. Actualmente, es parte de jurados de prestigiosos premios científicos como los Premios Rei Jaume I, que celebran las contribuciones a la ciencia y la innovación.

Las propiedades cuánticas de las partículas son extremadamente frágiles, y su interacción con el mundo exterior puede desvanecer estas características. Sin embargo, si se logra rastrear con precisión cada movimiento, se puede conservar la naturaleza cuántica. La dificultad radica en que cuando se observa una partícula cuántica, esta no se comporta como tal, lo que plantea un desafío significativo para manipular y controlar partículas a ese nivel.

A través del experimento que le proporcionó el Nobel, Haroche logró que fotones interactuaran con miles de átomos dentro de un entorno controlado, extrayendo nuevas formas de entender la electrodinámica cuántica. Esto abre la puerta al desarrollo de tecnologías cuánticas más eficientes, creando la posibilidad de construir ordenadores cuánticos en el futuro.

Un punto crítico se presenta en la necesidad de diseñar software que pueda manejar la gran capacidad de datos de los ordenadores cuánticos. Esto solicita la creación de nuevos algoritmos que faciliten su uso y permitan a estas máquinas realizar tareas complejas, quizás incluso alcanzando niveles de inteligencia artificial aún no imaginados.

Sin embargo, la pregunta persiste: si no se superan estos retos, ¿cuál será el futuro de la computación? La computación clásica se encuentra a punto de alcanzar su límite debido a la miniaturización de sus componentes. El avance hacia computadoras cuánticas podría ser el único camino para continuar la evolución tecnológica.

La investigación básica, más allá de ser un simple trámite, está destinada a ocasiones sorprendentes, y muchos de los desarrollos de nuestros días provienen de descubrimientos inesperados. Haroche comparte el temor de que los avances se estanquen si no se fomenta la curiosidad y la exploración científica.

Finalmente, plantea cuestiones cruciales sobre el futuro de la física cuántica, que podría aclarar el misterio del universo y su composición. Desde la materia oscura hasta la energía oscura, las preguntas que aún quedan por responder son muchas. Su impacto podría extenderse también a nuestra vida cotidiana, donde la neurociencia y las aplicaciones energéticas podrían beneficiarse inmensamente de los principios cuánticos.

Haroche concluye que para evitar la parálisis del progreso, es esencial seguir apoyando la investigación básica, ya que es el verdadero motor del avance en cualquier rama del conocimiento. La física cuántica, más que un concepto lejano, se revela como una clave indispensable en la era moderna.