Tecnología

¿Estamos a las puertas de la inmortalidad? Cómo la biotecnología podría revolucionar el envejecimiento

2025-03-22

Autor: Camila

Bryan Johnson, un empresario estadounidense con grandes aspiraciones, se ha propuesto el audaz objetivo de vivir para siempre. Su rutina diaria incluye la ingesta de cien pastillas, ayuno intermitente (no come después de las 11 de la mañana) y el monitoreo constante de numerosos biomarcadores de su salud. Pero su objetivo no es simplemente sumar años, sino desafiar a la muerte misma.

Aunque pueda parecer una locura, Johnson no está solo en este ambicioso proyecto. Existe un creciente movimiento que considera al cuerpo humano como un sistema que puede ser optimizado y mejorado. Johnson, junto a figuras como Peter Thiel y Elon Musk, investiga áreas que van desde la prolongación de la vida hasta los implantes cerebrales y medicamentos que potencian las habilidades mentales y físicas.

Es fácil descartar estas iniciativas como extravagantes, evocando recuerdos de prácticas del movimiento eugenésico del siglo XX. Sin embargo, no se pueden ignorar los meritorios esfuerzos por mejorar la condición humana. La medicina debería centrarse en mejorar la salud y no solo en restaurarla tras una enfermedad. Filósofos y científicos están comenzando a cuestionar el enfoque tradicional de la medicina, abogando por la mejora activa del bienestar y la longevidad.

Para aquellos que desean convertirse en "superhumanos", hay múltiples caminos a seguir. Por ejemplo, la metformina, un medicamento para la diabetes, ha demostrado en estudios con ratones que podría aumentar la esperanza de vida. Aunque los resultados en humanos aún no son concluyentes, muchos, incluidos Johnson, se sienten alentados a probarla. Otros fármacos, como el Ritalin y la testosterona, están siendo considerados por su potencial para mejorar el rendimiento cognitivo. También se ha investigado el NAD+, una coenzima esencial para el metabolismo que podría tener propiedades antienvejecimiento.

Los biohackers más aventureros van más allá de las píldoras. Algunos viajan a Próspera, en Honduras, para experimentar con la modificación genética de sus células mediante la inserción de genes que promueven el crecimiento muscular y la longevidad celular. Sin embargo, esto plantea importantes dilemas éticos y de regulación.

Una de las tecnologías más impactantes será la interfaz cerebro-computadora (BCI), que permitiría conectar cerebros humanos a máquinas. Aunque algunos dispositivos son externos, otros se implementan en el cerebro mismo. Sin embargo, la visión de Musk es más ambiciosa: lograr una "simbiosis con la inteligencia artificial" para que los humanos puedan seguir siendo relevantes en una era dominada por máquinas avanzadas.

La fascinación por estas innovaciones es evidente. A lo largo de la historia, los humanos han buscado maneras de aumentar sus capacidades, desde la educación hasta la cafeína. Durante el último año, se han registrado alrededor de 485 mil millones de dólares en comercio de suplementos, a pesar de la falta de evidencia científica en muchos de ellos. Pero el proyecto de mejora humana enfrenta dos principales obstáculos: la combinación poco fiable de ciencia avanzada y remedios obsoletos, y la reputación negativa que aleja potenciales inversores.

Para avanzar, los gobiernos deberán facilitar la creación de un marco regulador para ensayos clínicos que evalúen verdaderas mejoras en salud. Durante décadas, la regulación se ha centrado en la restauración de la salud en enfermos, mientras que se ha dejado de lado la mejora de las personas sanas. Sin embargo, signos de cambio están apareciendo, como la reciente autorización en EE. UU. de ensayos clínicos de metformina como un prometedor caballo de batalla contra el envejecimiento.

Establecer mejores estándares beneficiaría tanto a la investigación honesta como a los pacientes, permitiendo separar lo valioso de lo superfluo. Un fármaco que ralentizara el envejecimiento, por ejemplo, podría generar beneficios incalculables, como un estudio que estima que un aumento de solo un año en la esperanza de vida en EE. UU. podría estar valorado en 38 billones de dólares.

Sin embargo, el avance en las mejoras humanas también implica prepararse para las consecuencias. Tecnologías como las BCIs pueden ser opcionales al principio, pero si demuestran ser efectivas, quienes no las adopten podrían encontrarse en una enorme desventaja. Como siempre sucede, los más ricos serán los primeros en acceder a estas innovaciones. ¿Qué pasaría en una sociedad donde la élite no solo gozara de mejores condiciones, sino también de mayor inteligencia y longevidad?

La idea de una mejora sustancial de los humanos puede sonar a ciencia ficción, pero los avances en biotecnología y genética son cada vez más palpables. Si se logran desarrollos significativos, podríamos estar a las puertas de un cambio radical en cómo contemplamos la vida y la muerte. Tal vez deberíamos pensar en regulaciones y éticas ahora, antes de que la ciencia nos sorprenda.