La reciente inundación provocada por la dana ha dejado huellas profundas en los pequeños de la comunidad. En Castellar, uno de los pueblos más afectados, se vivieron momentos de angustia cuando la tromba de agua llegó casi sin aviso. Mientras algunos niños dormían profundamente, otros, aterrorizados, se quedaron despiertos, asomados a los balcones junto a sus padres, con miedo de que el agua los alcanzara. Este trauma ha marcado a más de un pequeño, como es el caso de la familia de Sandra, quien relata que su hija de 13 años no puede dormir bien y pasa la mayor parte de su tiempo en casa.

La situación es preocupante: más de 40,000 niños de hasta 16 años han visto sus escuelas cerradas debido a la catástrofe, y las ONG están luchando por brindar apoyo psicológico. Verónica Collado, psicóloga de Save the Children en la zona, ha observado casos extremos. 'Algunos niños nunca han podido mirar por la ventana, mientras otros están tan sobreinformados que sienten un miedo paralizante a salir', cuenta Verónica.

Los efectos de esta tragedia son variados; muchos pequeños sufren pesadillas y temen nuevos desastres naturales, mientras otros toman roles de cuidadores de sus hermanos pequeños, dejando de lado su propia infancia para ayudar en la recuperación familiar. La necesidad de explicaciones adecuadas es vital, y la sobreexposición a noticias puede incrementar su ansiedad. Verónica recomienda a las familias mantener la televisión apagada, para evitar así que los niños se saturen de imágenes inquietantes.

La recuperación psicológica es crítica. Establecer espacios seguros y actividades recreativas son algunas de las estrategias que se están implementando. La ONG Cruz Roja, por ejemplo, ha abierto albergues en polideportivos para dar refugio a las familias afectadas y ofrecer atención emocional a los niños. Desde el inicio de esta crisis, han atendido a cerca de 80 menores, proporcionando no solo apoyo psicológico, sino también momentos de juego y distracción.

Iniciativas como Dana Kids, organizadas por profesores de la Universitat Politècnica de València, ofrecen un respiro necesario a las familias. Este espacio permite que 150 niños de entre 3 y 12 años participen en actividades recreativas y educativas, al mismo tiempo que reciben apoyo emocional. En cuestión de días, han conseguido reunir más de 2,700 voluntarios formados en educación infantil, demostrando así la solidaridad colectiva ante esta adversidad.

Sin embargo, expertos como José Antonio Luengo, decano-presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, argumentan que es crucial involucrar a los adolescentes en el proceso de recuperación, para que se sientan útiles y activos en la restauración de su entorno. La comunidad se mantiene unida, con historias de valentía emergiendo, como la de un padre que salvó a sus hijos de las aguas, transformando el caos en una aventura, lo que disminuyó el impacto emocional. A pesar de las dificultades, se hace un llamado a no perder la esperanza en la recuperación de estos jóvenes, que ahora más que nunca necesitan apoyo, atención y oportunidades para volver a disfrutar de su niñez.