Hace cinco años, el mundo comenzó a enfrentar uno de los desafíos más significativos de la historia reciente: el brote de COVID-19. Originado en Wuhan, China, el virus se presentó inicialmente como una misteriosa neumonía de origen desconocido, llevando a la comunidad médica a una carrera contra el tiempo para identificar y contener esta nueva amenaza.

El 31 de diciembre de 2019, las autoridades chinas informaron a la OMS sobre varios casos de neumonía que no respondían a los tratamientos habituales. Solo unas semanas después, la enfermedad fue identificada como causada por un nuevo coronavirus, conocido como SARS-CoV-2. Este descubrimiento llevó a medidas drásticas en todo el mundo, desde el cierre de fronteras hasta el confinamiento de millones de personas.

A medida que la pandemia se expandía, se hizo evidente que el virus no solo estaba afectando la salud física de las personas, sino también su salud mental y económica. Los sectores de la educación, turismo y entretenimiento sufrieron un golpe devastador. A pesar de todos los obstáculos, los científicos lograron desarrollar vacunas en un tiempo récord, lo que ha permitido que muchos países comiencen a recuperar la normalidad.

Hoy, a cinco años de ese inquietante inicio, muchos todavía recuerdan cómo se sentían en ese entonces. Las calles vacías, la incertidumbre y el miedo parecía ser la norma. Sin embargo, la resiliencia de la humanidad se ha puesto a prueba y ha salido victoriosa en muchos aspectos. Aún quedan lecciones por aprender y la vigilancia sigue siendo crucial para evitar futuros brotes. Reflexionemos sobre los sacrificios realizados y celebremos los avances logrados en el manejo de pandemias.