Pep Sansó, quien había estado desempeñando un papel crucial en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), se ha convertido en la penúltima víctima de la purga iniciada por Rafael Louzán, el nuevo presidente de la RFEF, que asumió el cargo hace apenas dos semanas. Sansó, hasta ahora presidente de la Comisión de Formación, recibió la noticia de su despido a través de un burofax, un método que simboliza la frialdad de estas decisiones drásticas. Su trayectoria en la RFEF, que se extendió por siete años, se ve empañada por su relación con Salvador Gomar, su antiguo superior y ex rival de Louzán en las elecciones.

Lo que muchos no saben es que Pep Sansó es un nombre bien conocido en el mundo del fútbol base en Mallorca, siendo entrenador de destacados clubes como el Real Mallorca y el Atlético Baleares. Su renuncia a la reelección en la FFIB este año fue otra señal de lo tumultuosa que se ha vuelto la política del fútbol en la isla. Su amistad con figuras influyentes en el fútbol español parecía haberle otorgado estabilidad, pero su adversidad contra el nuevo liderazgo de Louzán le ha costado caro.

Además de Sansó, su segundo, Israel López, quien ocupaba el cargo de director de la Escuela Nacional de Entrenadores, también ha sido destituido. Sin embargo, se rumorea que Sansó podría regresar a su tierra natal y reintegrarse en la Federació de Fútbol de les Illes Balears, donde podría asumir el cargo de Director Técnico, un movimiento que podría reinstaurarlo en un rol clave en el fútbol español.

Mientras tanto, la situación de Louzán se complica, ya que está a la espera de una decisión del Tribunal Supremo sobre una condena de siete años de inhabilitación por prevaricación, esperada para el 5 de febrero. La RFEF se enfrenta a un horizonte incierto y lleno de desafíos, y todos los ojos están puestos en cómo se desarrollará este episodio que podría cambiar la dirección del fútbol en España.