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Milagros, Fotografías y Magia en Praga

2025-09-11

Autor: José

Praga, la hermosa capital checa, ofrece una experiencia única que va más allá de lo cotidiano. En mi primera mañana aquí, decidí sumergirme en un café clásico, donde la historia y la gastronomía se entrelazan. Este café, que ha sobrevivido más de un siglo, me recibió con un colorido camaleón que se asomaba en un terrario. El menú, extenso y tentador, presenta desde diez variedades de café hasta irresistibles dulces locales.

No pude evitar preguntarme cuál sería la bebida preferida de Franz Kafka, quien solía discutir sobre asuntos filosóficos en este mismo lugar. Albert Einstein también dejó su huella, participando en debates sobre mecánica planetaria. La historia de este café se teje con la creación del PEN Club checo, cuyo primer presidente fue Karel Čapek, conocido por acuñar la palabra 'robot'.

Con un nuevo ímpetu, decidí seguir mi exploración. Caminé a lo largo del majestuoso río Moldava, aprovechando la tranquilidad matutina para cruzar el emblemático puente de Carlos. Mi destino era un estudio fotográfico, situado en una calle que acompaña el flujo del río. Sin embargo, el sonido de risas y murmuros me distrajo—un grupo de feligreses entraba en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria.

Mi curiosidad me llevó tras ellos. La leyenda dice que Santa Teresa regaló una figura del Niño Jesús en esta iglesia, que supuestamente ha realizado numerosos milagros, incluyendo salvar la ciudad de un asedio sueco. Me senté en un banco, rodeado de la belleza barroca y la devoción de los creyentes, mientras observaba a las monjas cuidar las flores.

Intrigado, decidí explorar más. Mis pasos me condujeron a un pasillo donde se mostraba la obra de las carmelitas descalzas. Allí, encontré un cuaderno y un cesto etiquetado como "Peticiones". Con un bolígrafo en mano, anoté mis deseos y los deposité en el cesto, sintiendo que ese pequeño gesto podría tener un significado más profundo.

Continué mi búsqueda del estudio y, aunque una placa indicaba su ubicación, alcanzar el destino fue un verdadero laberinto. Tras varios timbres y cruces de porterías, finalmente llegué a un encantador patio, donde me esperaba la sorpresa de una cabaña de madera escondida entre la vegetación.

Este fue el hogar y estudio de Josef Sudek, un destacado fotógrafo que desde 1927 transformó sus simples alrededores en impresionantes obras de arte en blanco y negro. Su legado sigue vivo; incluso el estudio que ahora visito es una réplica del original, que lamentablemente se perdió en un incendio en 1985.

A través de la ventana empañada, los ecos de su creatividad se manifiestan de forma palpable. Una simple imagen será suficiente para que la magia de Sudek despierte la fascinación en quien la observe.

Y sobre mis peticiones en la iglesia, reflexionando sobre la esencia de la fotografía de Sudek, me doy cuenta de que la realidad nunca es tan simple. Hay matices que escapan a nuestra percepción, pero confío en que mis deseos han sido escuchados. Ahora, solo queda esperar qué milagros trae el futuro.