Ciencia

La ruleta rusa de la longevidad: el peligroso experimento de los millonarios que quieren vivir para siempre

2025-01-18

Autor: David

Después de recibir una pequeña herida en una excursión de montaña, el empresario multimillonario Bryan Johnson se presentó en un hospital para recibir atención médica. El médico le preguntó si estaba tomando alguna medicación, y Johnson sintió que la respuesta sería complicada. Entre sus tratamientos, reveló que consumía metformina, rapamicina y dasatinib, sustancias que han levantado muchas cejas. "Esto es un recordatorio de que nuestras elecciones pueden parecer extrañas a los demás", reflexiona.

Johnson es la figura más emblemática de un movimiento que está ganando fuerza: el de magnates tecnológicos que se automedican con terapias antienvejecimiento no probadas, arriesgando no solo su salud, sino también impactando negativamente en la sociedad, que podría tomar su ejemplo como válido.

Según sus propias palabras, Johnson gasta alrededor de dos millones de euros al año en diversos tratamientos y sigue un protocolo denominado Blueprint, que comienza cada día a las 4:30 de la mañana. Su rutina incluye ejercicio, dieta rigurosa y la ingesta de un sinfín de pastillas. Además, ha recurrido a tratamientos cuestionables, como la autoadministración de la hormona de crecimiento, la realización de terapias genéticas dudosamente seguras, y el intercambio de plasma sanguíneo con su propio padre y su hijo.

"Hemos revisado alrededor de 2,000 publicaciones científicas sobre la esperanza de vida y la salud", afirma Johnson, como si fuera un experto. Sin embargo, su enfoque se presenta como un 'hágalo usted mismo' en la biotecnología.

Johnson no está solo en esta aventura. Se le unen individuos como Elizabeth Parrish, conocida por inyectarse una terapia genética para extender los telómeros, que solo ha sido probada en ratones, y Kenneth Scott, un millonario que experimenta con su cuerpo en un desesperado intento por añadir más tiempo a su vida. "Pruebo cosas por mí mismo porque las necesito", dice Scott en un documental reciente titulado Longevity Hackers.

Jugar con fuego

"Esto es como jugar a la ruleta rusa; muchas de estas sustancias no sabemos qué consecuencias pueden tener a largo plazo en humanos", advierte Salvador Macip, profesor de medicina molecular en la Universidad de Leicester. Otros expertos refuerzan esta opinión, argumentando que la ciencia requiere un vasto conocimiento y pruebas antes de cualquier intervención en humanos.

Juan Acosta, investigador de biomedicina, sostiene que lo que hacen estos millonarios es una locura. "Al tomar numerosos medicamentos diferentes, es imposible controlar las interacciones entre ellos, lo que podría acortar su vida en vez de alargarla", advierte.

Investigadores como Ana O'Loghlen y Daniel Muñoz Espín también critican la malinterpretación de datos científicos que estos individuos a menudo hacen, presentando un ejemplo engañoso al público. El riesgo de combinaciones potencialmente tóxicas es inminente, como también lo es el desprecio por la ciencia rigurosa que esto implica.

Además, hay una crítica a la mentalidad simplista de que una única solución puede funcionar para todos. "Las interacciones en medicina pueden ser peligrosas", señala Muñoz Espín.

A pesar de las advertencias, estos millonarios continúan su camino hacia lo desconocido, buscando constantemente maneras de 'hackear' su biología. Sin embargo, muchos de los tratamientos que están utilizando, como la rapamicina, tienen riesgos significativos, incluidos casos de infecciones graves y la posibilidad de desarrollar cáncer.

Por otro lado, las estrategias que realmente han demostrado beneficiar la longevidad incluyen hábitos de vida saludables como la actividad física regular, una dieta equilibrada y tiempo de descanso suficiente. Expertos afirman que la esperanza de vida en países como España, que ronda los 81 años, se debe en gran parte al acceso a un sistema de atención médica preventiva y de calidad.

El fenómeno de estos multimillonarios que persiguen la eterna juventud es, en realidad, un reflejo de un marketing audaz que se centra en la obsesión por la longevidad y el miedo a la muerte, más que en avances científicos verdaderos. Aunque los esfuerzos de individuos como Bryan Johnson pueden parecer apasionantes, su validez científica es cuestionable, y pueden acarrear peligros mucho más grandes para su salud y la de otros.

La verdadera pregunta es: ¿hasta dónde llegarán en su búsqueda por la inmortalidad y a qué coste?