La primera vez que me crucé con Maruja Torres, sentí una mezcla de admiración y respeto reverencial. Como joven lector que devoraba sus artículos, desde 'Fotogramas' hasta 'La calle', anhelaba descifrar el brillante y ácido estilo que ella plasmaba en sus escritos. Recordaba ese tono provocador y su forma de reír: una risa expansiva, casi siciliana. Todo esto sucedió en un cóctel durante la convulsa época del tardofranquismo, un momento histórico que, sin duda, moldeó su visión del mundo.

Con el tiempo, en un almuerzo organizado por un periódico que vio transformarse en un referente y un refugio cultural, me encontré al lado de Maruja. Aquel encuentro fue un verdadero desafío; sus habilidades para absorber copas y compartir reflexiones ácidas demostraban que su esencia rebelde seguía viva. Mientras ella lanzaba con ironía sus críticas hacia la deriva tecnocrática del periodismo, yo asistía a una especie de masterclass en la que cada palabra desbordaba autenticidad y profundidad.

“Ya sabes cómo es Maruja”, comentaban algunos ejecutivos del medio, aunque yo no tenía ni idea. Desde luego, no era una figura fácil de comprender, y esa era parte de su encanto. Su habilidad para sostener una crítica mordaz sin caer en la melancolía era un arte en sí mismo. Maruja transforma cada experiencia en un relato provocador, dejando atrás cualquier nostalgia cursi y optando, en su lugar, por una narrativa que emana vida.

En cada página de sus libros, como en su famoso trabajo 'La maleta de Maruja Torres', ella invita a sus lectores a un viaje donde se entrelazan los recuerdos de una Barcelona vibrante con su astuta perspectiva sobre el mundo. Los relatos de sus viajes a Sudamérica o sus curiosas observaciones sobre la sociedad española son relatos que van mucho más allá de simples anécdotas: son lecciones de historia y de vida que nos conectan a todos de una manera única.

¿Te atreves a descubrir qué hay realmente dentro de la maleta de Maruja Torres? Este repaso de su vida y obra es solo la punta del iceberg. Espera sorpresas, revelaciones y, sobre todo, un profundo amor por el periodismo que redefine lo que significa contar historias.