La reciente victoria arrolladora de Donald Trump sobre Kamala Harris y su regreso al Senado han encendido alarmas no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Este cambio podría representar un grave retroceso para la democracia y la justicia social.

En su primer discurso como el 47º Presidente de los Estados Unidos, Trump proclamó el inicio de una "era dorada" en la que los ciudadanos recuperarán el control del país. Esta proclamación, muy vinculada a sus políticas de inmigración, ha resonado con millones de votantes que ven en las deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados una solución a sus frustraciones sociales. En el marco de sus promesas, anunció su intención de "sellar las fronteras" para frenar lo que él llama "la invasión".

Intrigantemente, en su discurso no hizo mención al Partido Republicano, centrándose en cambio en el movimiento MAGA (Make America Great Again), lo que podría indicar una fractura dentro de la estructura del partido.

Lo paradójico de esta elección es que, a pesar de que las políticas de Trump pueden afectar negativamente a las clases trabajadoras, muchos de ellos contribuyeron con sus votos a su regreso a la Casa Blanca. Esta situación se puede atribuir a múltiples factores, como la desinformación que circula en las redes sociales y el creciente descontento social. La inflación y la precarización de las condiciones de vida han dejado a muchos estadounidenses sintiéndose inseguros sobre su futuro, lo que ha hecho que vean en Trump una figura de cambio.

Un aspecto muy preocupante es que este fenómeno no se limita a Estados Unidos; el resto del mundo también podría sufrir las repercusiones de la política exterior de Trump. Es probable que su administración tome decisiones que perjudicarán a la Unión Europea, al estrechar la relación con regímenes nacionalistas en Europa y profundizar la rivalidad con China. Esto podría llevar a Europa hacia una irrelevancia geopolítica, mientras que conflictos como los de Ucrania y Oriente Medio podrían escalonar en lugar de encontrar una resolución.

Trump también comentó que Elon Musk sería un miembro clave de su equipo de trabajo, lo que subraya la influencia del dueño de X (anteriormente Twitter) en su campaña y en su regreso al poder, tras haber supuesto un altavoz para sus mensajes, incluyendo desinformación y críticas a opositores.

Es alarmante observar cómo el ataque a los derechos humanos por parte del trumpismo, sumado al respaldo de las ultraderechas a nivel global, amenaza los logros sociales alcanzados por décadas de lucha. Países como El Salvador y Argentina ya se encuentran bajo políticas autoritarias que se asemejan a las que Trump podría implementar.

En este contexto, la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO) recalca la importancia del sindicalismo como una herramienta clave para la organización y protección de los derechos laborales y sociales. La presidenta de la AFL-CIO, Liz Shuler, hizo eco de esta idea, señalando que "el trabajo organizado es el camino a seguir". Es un llamado a permanecer unidos y a luchar por la seguridad económica de los trabajadores, independientemente de quién ocupe la Oficina Oval.

La era del trumpismo podría estar de vuelta, y la batalla por la democracia y los derechos humanos apenas comienza.