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La Exageración del Aquelarre: ¿El Espectáculo Más Perturbador de la Política Americana?

2024-11-02

Autor: Carmen

La experiencia de presenciar un evento político de Donald Trump es indescriptible. La última aparición del ex presidente en el Madison Square Garden el pasado domingo fue una representación de la realidad americana que muchos no comprenden. Tras seis horas sumergido en un ambiente cargado de emociones, es innegable que lo vivido va más allá de cualquier intento de descripción; hay aspectos que simplemente se escapan de las palabras.

Las dimensiones de Estados Unidos son, en muchos sentidos, gigantescas y desconcertantes. Desde su naturaleza sobrecogedora hasta sus excesos en la vida cotidiana, como los enormes SUV, centros comerciales que rivalizan con las grandes pirámides y porciones de comida que desafían la lógica. Más allá de lo visible, hay manifestaciones de una retórica política ferviente y una profunda polarización social que evocan tanto fascinación como temor.

En el corazón de esta experiencia está la contradictoria percepción de Estados Unidos: un país familiar por sus representaciones en medios que hemos consumido desde la infancia, pero que, al mismo tiempo, se siente extraño y distante. Bill Bryson, en su libro "El continente perdido", capta esta esencia, poniendo de manifiesto la dificultad de los mismos estadounidenses para comprender la vastedad y la complejidad de su propio país. Hoy, esa confusión es más palpable que nunca, especialmente entre aquellos que han sido arrastrados por el populismo desencadenado por Trump.

Desde su victoria sorprendente en 2016, Trump ha encarnado un estilo de liderazgo que desafía las normas tradicionales. La figura del millonario excéntrico se ha convertido en un símbolo para millones que anhelan un cambio radical. Su discurso ha resonado con una clase trabajadora que se siente olvidada y que encuentra en él un extraño héroe. Este fenómeno es particularmente preocupante, dado su historial de abuso sexual, racismo y su comportamiento machista; aún así, muchos lo aclamaron como un ícono.

El espectáculo del último domingo fue un explosivo despliegue de retórica alarmante. Durante más de seis horas, oradores enloquecidos, respaldados por una multitud frenética, lanzaron un torrente de mentiras, insultos y afirmaciones absurdas. Acusaciones que van desde que las ciudades están bajo el dominio de pandillas hasta que los inmigrantes reciben beneficios que deberían destinarse a los estadounidenses, fueron lanzadas sin temor y con fervor casi religioso. Los discursos fueron más allá del debate político, sumergiéndose en un territorio de fanatismo xenófobo y conspiraciones.

Es inquietante pensar que pronunciamientos tan extremos e incendiarios provienen de una plataforma política reconocida y, lo más preocupante, de un ex presidente de Estados Unidos. Kamala Harris fue atacada con tal vehemencia que incluso se la comparó con figuras demoníacas, mientras que la retórica contra los demócratas se tornó en calificaciones despreciativas, creando una narrativa de enemigos en lugar de adversarios políticos.

Este nivel de intolerancia y desinformación, presentado como entretenimiento, plantea serias preguntas sobre el futuro de la política en Estados Unidos. La polarización se intensifica, y el peligro radica en que este espectáculo no es solo un evento aislado; es un reflejo de una insurgencia populista que desafía las instituciones democráticas. Con un caótico evento como el de Madison Square Garden, todos nos preguntamos: ¿Qué vendrá después y cómo enfrentarán los ciudadanos la amenaza de desinformación y división en su país?