El panorama financiero y geopolítico ha experimentado un cambio radical desde el 5 de noviembre, cuando Donald Trump ganó nuevamente las elecciones presidenciales en Estados Unidos, llevando a los republicanos a dominar el Congreso. Este resultado no solo es significativo por ser la primera economía mundial, sino también por el estilo disruptivo de Trump, quien durante su primer mandato desmanteló muchos paradigmas establecidos. La economista Karen Karniol-Tambour, directora de inversiones de Bridgewater Associates, señala que las políticas implementadas por Trump han encontrado eco en la agenda de Joe Biden, especialmente en temas como la competencia tecnológica con China, ahora prioridad compartida por ambos partidos.

Karniol-Tambour subraya que el neoliberalismo, que ha predominado en la economía global durante años, se encuentra en declive. Las nociones de que la apertura comercial llevaría a una prosperidad generalizada y a una convergencia entre China y Occidente están perdiendo validez. En su lugar, el proteccionismo y las políticas industriales están ganando terreno.

Con la reelección de Trump, el futuro de la economía global en 2025 se convierte en un enigma. David Kolh, economista jefe de Julius Baer, indica que la fuerte demanda interna en EE.UU. y la victoria de Trump otorgan a su administración la capacidad de llevar a cabo políticas que afectarán a la economía mundial con cierta impunidad. Sin embargo, las contradicciones en los objetivos de Trump, como la reducción de impuestos y la imposición de aranceles, pueden desencadenar un escenario lleno de incertidumbre, donde cualquier decisión impactará de manera significativa el panorama económico.

Si se prioriza el crecimiento, Trump podría optar por extender las reformas fiscales de 2017, pero eso podría hacer que se descuiden áreas críticas como la política migratoria. Sin embargo, en un mercado de trabajo tenso, donde la tasa de desempleo se sitúa en un 4.2% y se siente una falta de mano de obra en muchos sectores, este enfoque podría resultar problemático. La posibilidad de una guerra comercial añadiría una carga considerable a una economía estadounidense ya dependiente de las importaciones.

La situación financiera en Europa es igualmente precaria. Las economías más grandes, como Alemania y Francia, además de estar expuestas a las presiones tarifarias de EE.UU., luchan internamente con crisis políticas y sociales. Con un crecimiento previsto del 2.8% para EE.UU. en 2025 frente al 0.8% en la eurozona, el futuro de Europa parece sombrío. Isabelle Mateos y Lago de BNP Paribas advierte sobre la falta de reformas estructurales necesarias para enfrentar estos desafíos. El FMI estima que la reducción del 10% en las barreras del mercado interior podría resultar en un aumento del 7% en el crecimiento.

Desde la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, la brecha entre la economía estadounidense y la europea se ha ampliado significativamente. La economía alemana ha estado estancada, mientras que China enfrenta sus propios desafíos, con una recuperación dependentemente lenta de la demanda interna a pesar de su competitividad exportadora gracias a un yuan débil.

En cuanto a las proyecciones futuras, el impacto de las políticas de Trump se sentirán con más fuerza en 2026. Analistas como Neil Shearing advierten que el año 2025 estará marcado por una transición y que una economía mundial en constantes cambios requerirá adaptabilidad ante un entorno impredecible. Esto coloca a las instituciones antiguas de gobernanza, como la ONU y el FMI, en un dilema de relevancia ante el aumento del proteccionismo y las tensiones geopolíticas.

De cara al futuro, es probable que las tensiones internacionales se exacerb en 2025, y que la influencia del Estado en la economía aumente como respuesta a estos nuevos desafíos. Preparemos nuestras estrategias, porque el viaje hacia 2025 promete ser tumultuoso e impredecible.