La carrera de Dominic Thiem ha sido un viaje lleno de altibajos, marcado por un talento excepcional y, lamentablemente, una lista interminable de lesiones. A los 31 años, el austriaco ha decidido colgar la raqueta después de una serie de problemas en la muñeca que lo han incapacitado para competir como antes.

Desde el inicio de su carrera, Thiem mostró un potencial inigualable. Su velocidad, agilidad y capacidad mental le permitió conquistar grandes títulos y convertirse en uno de los mejores tenistas del mundo. Sin embargo, las exigencias físicas del tenis profesional pasaron factura. "La forma en que practicamos este deporte no es saludable", afirmó en una emotiva entrevista con 'The Guardian'. "Es común que se rompa una o más partes del cuerpo. Todos los jugadores, en algún momento, experimentan lesiones".

La frustración de Thiem es palpable: "En los últimos años, ha sido extremadamente difícil mantener ese volumen de entrenamiento. Mi muñeca no podía soportarlo y, además, otras partes de mi cuerpo también comenzaron a envejecer". Su doloroso adiós deja un vacío en el tenis, pero también resalta una preocupación importante sobre la salud de los deportistas que se presionan a sí mismos al límite.

El austriaco recuerda cómo su dedicación y el estilo de entrenamiento intenso lo llevaron a la cima: "Desde muy temprana edad, me acostumbré a entrenar duramente, a veces tres o cuatro horas continuas o dos sesiones de tres horas al día". Esta disciplina fue fundamental para su éxito, pero también fue la causa de su deterioro físico.

Con su retirada, Thiem se une al debate sobre el impacto del entrenamiento extremo en la salud de los atletas. ¿Podría ser que el enfoque actual del tenis necesite una revisión? Su historia es un recordatorio desgarrador de que, a veces, el costo del éxito puede ser demasiado alto. La comunidad del tenis espera que su valiente decisión impulse un cambio en la forma en que se entrena a las futuras generaciones de jugadores.