Cerca de 1.200 efectivos de la DGCIM han sido desplegados en las calles de Caracas, justo antes de la jura presidencial del 10 de enero. Este movimiento se produce en un contexto de creciente descontento popular y amenazas percibidas hacia la estabilidad del régimen.

La presencia militar, que incluye hombres armados con fusiles de asalto y equipados con cascos tácticos y chalecos antibalas, es evidente en las cercanías del Palacio de Miraflores, donde se lleva a cabo la ceremonia. Los caraqueños comentan desilusionados que «nunca habían visto al gobierno tan débil e inestable», mientras que los exiliados en Buenos Aires corean que «Maduro tiene los días contados», reflejando el creciente pesimismo en torno a su mandato.

Este despliegue de fuerza ha sido interpretado como un intento desesperado por parte del gobierno para mostrar control y seguridad, ya que los niveles de descontento entre la población han alcanzado niveles alarmantes. Grupos opositores han convocado protestas en diferentes partes del país, creando un ambiente de tensión que se respira en las calles.

Se prevé que la situación política en Venezuela siga deteriorándose a medida que se acerque la fecha de la jura, generando incertidumbre tanto a nivel nacional como internacional. Observadores políticos advierten que la respuesta de la comunidad internacional, la presión de los grupos de derechos humanos y la falta de consenso interno podrían resultar en un cambio drástico en el panorama político del país.

Mientras tanto, se intensifican las voces críticas dentro y fuera de Venezuela, exigiendo la restauración de la democracia y el respeto a los derechos humanos, cuestionando la legitimidad del gobierno actual.