La reciente corrida de Matilla, marcada por un manejo deficiente en varas y una ubicación poco estratégica, se encontró desprovista de contundencia en los tercios finales. A pesar de eso, Pablo Hermoso recibió una oreja en su emotiva despedida de la Maestranza, un momento que los asistentes no olvidarán fácilmente.

Por otro lado, Alejandro Talavante logró abrir la Puerta del Príncipe, aunque su actuación estuvo marcada por algunos excesos al regresar las cámaras. La afición esperaba más control y maestría en su faena.

Borja Jiménez, a su vez, dejó ver su lucha interna entre lo que desea lograr y lo que realmente puede ofrecer en el ruedo, una situación que ha suscitado opiniones divididas entre los críticos.

Juan Ortega, sin embargo, ha cerrado esta temporada con notas de categoría, despaciosidad y armonía, elementos que lo han llevado a consolidarse como uno de los toreros más prometedores de la actualidad. Su evolución ha sido asombrosa: inició su carrera en la sombra, pero hoy demuestra tener la capacidad y los argumentos necesarios para destacar en el escalafón.

Este año ha sido histórico para el mundo del toreo, donde Ortega ha conseguido capturar la atención del público y la crítica, estableciendo nuevos estándares de calidad y expresión en sus faenas. La emoción y dedicación que muestra cada vez que se presenta en la plaza resultan contagiosas, revitalizando así el arte del toreo en un momento en que muchos lo consideraban en declive.

Con su estilo único y una técnica depurada, Ortega no solo se convierte en un referente a seguir, sino que también ofrece nuevas expectativas para el futuro del toreo. Lo que comenzó como una carrera llena de incertidumbres ha culminado en una temporada de consagración, donde ha demostrado que tiene mimbres sólidos para continuar brillando en el firmamento taurino.