Las hormonas sexuales, como el estrógeno y la testosterona, actúan como poderosos agentes en nuestro cerebro, afectando no solo el estado de ánimo, sino también aspectos cruciales como la memoria y la cognición. Aunque se sabía que el embarazo provoca cambios hormonales drásticos, los efectos específicos en el cerebro humano habían permanecido en gran medida como una incógnita para la neurociencia.

Sin embargo, un nuevo estudio publicado en **Nature Neuroscience** ha iluminado este misterio. Este análisis exhaustivo se basó en el escaneo del cerebro de una mujer 26 veces a lo largo de su embarazo, lo que ofrece una visión sin precedentes de los cambios cerebrales que ocurren durante estos nueve meses cruciales.

La neurocientífica Emily Jacobs, de la Universidad de California, subraya que este estudio no solo es fundamental para entender un periodo inexplorado en la vida de la mujer, sino que también podría revelar aspectos del funcionamiento cerebral que nunca habríamos considerado. Este interés comenzó con el proyecto titulado **"28 and me"**, que busca documentar los cambios en el cerebro de las mujeres durante sus ciclos menstruales, y se amplió al embarazo gracias a la iniciativa de Liz Chrastil, otra neurocientífica del mismo centro.

Estudios anteriores ya habían observado una reducción en la materia gris del cerebro durante el embarazo, pero este hallazgo se ha profundizado aún más. Se descubrió que en el transcurso del embarazo, la materia gris de la mujer estudiada disminuyó en más de un 4%, y esta disminución persistió incluso dos años después del parto. Este dato es impactante, sobre todo porque desafía la creencia de que el cerebro deja de desarrollarse en la vida adulta; las hormonas continúan ocasionando cambios significativos.

Además, se identificó que el 80% de las regiones cerebrales mostraron alguna reducción en su materia gris, y los cambios en la materia blanca, que son las vías de comunicación entre las neuronas, mostraron un crecimiento evidente durante el segundo trimestre antes de estabilizarse. Estos cambios transitorios podrían correlacionarse con mejoras en las capacidades cognitivas.

No obstante, el estudio también resalta la falta de comprensión sobre los efectos del embarazo en la salud mental, ya que entre un 10 y un 20% de las mujeres sufren depresión periparto, y muchas más podrían experimentar síntomas similares sin recibir un diagnóstico. La importancia de comprender estos cambios radica en su potencial para ayudar a identificar anomalías que podrían ser indicadores de depresión postparto.

Sorprendentemente, más del 85% de las mujeres en Estados Unidos pasan por el embarazo al menos una vez en su vida, y a pesar de esto, la investigación sobre los efectos cerebrales del embarazo ha sido escasa. Históricamente, las mujeres han sido excluidas de muchos estudios clínicos, lo que deja un vacío enorme en el entendimiento de cómo estos cambios afecten no solo la salud mental, sino también su vida diaria y las atenciones a sus hijos.

Jacobs y su equipo están trabajando para cambiar esta narrativa. Creen que los estudios de resonancia magnética (IRM) son seguros para las embarazadas, y alentar a otros investigadores a seguir su ejemplo puede ser crucial para desarrollar una nueva línea de investigación que responda preguntas fundamentales sobre la salud de la mujer. Si esta corriente de investigación se expande, podríamos estar en la antesala de un avance significativo en cómo entendemos el impacto del embarazo en el cerebro y, en consecuencia, en la salud mental y emocional de las mujeres. Como concluye Jacobs, el estudio de estos fenómenos es vital no solo para las mujeres, sino para toda la humanidad.