Anura Kumara Dissanayaka, el carismático líder de la coalición de izquierda, ha hecho historia al ganar las elecciones presidenciales en Sri Lanka este domingo. Este acontecimiento se produce dos años después de una devastadora crisis financiera que llevó al país a adoptar políticas de austeridad muy impopulares entre la población. Según la Comisión Electoral, Dissanayaka, de 55 años y líder del Frente de Liberación del Pueblo (JVP), un partido marxista que durante mucho tiempo fue considerado marginal, obtuvo un impresionante 42,3% de los votos en la jornada electoral del sábado.

Su principal rival, Sajith Premadasa, líder de la oposición centroderechista, consiguió un 32,7% de los sufragios, mientras que el presidente saliente, Ranil Wickremesinghe, quien asumió el cargo en medio del colapso económico de 2022 y llevó a cabo severas medidas de austeridad bajo un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), solo logró un decepcionante 17,2%.

Después de su victoria, Dissanayaka compartió un mensaje en la red social X (Twitter), afirmando: "La victoria nos pertenece a todos. Juntos, estamos listos para reescribir la historia de Sri Lanka". Esta declaración resuena con muchos electores que ven en él una opción viable frente a los partidos tradicionales que han dominado la política del país durante décadas. Se espera que Dissanayaka sea investido oficialmente este lunes en la Secretaría Presidencial de Colombo.

El nuevo presidente ha encontrado una sólida base de apoyo entre la juventud, que ha mostrado un deseo de cambio radical. Sin embargo, su pasado como líder de un partido marxista que estuvo detrás de dos revueltas armadas en las décadas de 1970 y 1980, que resultaron en la muerte de al menos 60.000 personas según diversas estimaciones, ha suscitado incertidumbre en algunos sectores de la población.

Dissanayaka supo capitalizar el descontento generalizado debido a la crisis económica que azota la isla, prometiendo erradicar la corrupción y renegociar un préstamo de casi 3.000 millones de dólares con el FMI durante su campaña electoral.

La participación en estas elecciones fue notable, alcanzando el 79%, con más de 17 millones de votantes acudiendo a las urnas. Este respaldo masivo indica un fuerte deseo de cambio entre la ciudadanía, que no desea repetir los errores del pasado y anhela un liderazgo que realmente escuche sus necesidades.