El Departamento de Justicia de Estados Unidos sorprendió al mundo el lunes al despedir a varios funcionarios que jugaron un papel crucial en los procesos penales contra el expresidente Donald Trump. Esta medida ha levantado muchas cejas, especialmente dado que afecta a fiscales de carrera considerados expertos en su campo.

El fiscal general interino, James McHenry, justificó las despedidas al afirmar que no se podía confiar en que estos funcionarios siguieran la agenda del presidente, quien ha estado en una constante batalla legal desde su salida de la Casa Blanca. Aunque no se precisó el número exacto de despidos, informes sugieren que podría haber más de una docena de funcionarios afectados.

Además, Jack Smith, el fiscal especial que presentó las acusaciones contra Trump, renunció a sus funciones. A principios de este mes, Smith había acusado a Trump de conspiración para alterar los resultados de las elecciones de 2020 y por el manejo incorrecto de documentos clasificados tras dejar la presidencia. Sin embargo, estos casos no avanzaron a juicio, en parte debido a la política del Departamento de Justicia que impide procesar a un presidente en funciones.

Las tensiones han continuado intensificándose, ya que Trump ha criticado abiertamente lo que él define como una "cacería de brujas" por parte del gobierno demócrata. En un reciente discurso, el expresidente prometió poner fin a la "violenta y cruel utilización del Departamento de Justicia". Sorprendentemente, el fiscal Smith mencionó en su informe que si no hubiera desestimado el caso, Trump podría haber enfrentado condenas severas por sus intentos de mantener el poder.

Por otro lado, Trump no solo se enfrenta a escándalos legales en Washington D.C. También tiene problemas serios en el estado de Georgia, donde se le acusa de intentar manipular los resultados electorales, lo que podría congelar su situación legal mientras está en el cargo. Además, fue declarado culpable en Nueva York por violaciones relacionadas con pagos encubiertos a una estrella del cine para adultos, lo que ha añadido más presión sobre su imagen.

En un giro igualmente dramático, el gobierno de Trump anunció la ruptura inmediata de la colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS). John Nkengasong, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), instruyó a su personal para detener cualquier trabajo conjunto con la OMS, sorprendiendo a muchos expertos en salud pública. Este movimiento podría tener graves consecuencias para el combate de enfermedades a nivel mundial, especialmente en lo que respecta a brotes emergentes como el virus de Marburgo y la viruela símica en África.

El memorando enviado por Nkengasong especificaba que esta política se aplica a todo el personal de los CDC involucrado con la OMS, prohibiendo cualquier tipo de comunicación, tanto en persona como virtualmente. Este repentino cambio ha dejado a la comunidad científica en estado de shock, ya que la colaboración con la OMS es crucial para el manejo de crisis sanitarias.

A pesar de que Trump había iniciado el proceso de retirada formal de la OMS, las implicaciones de esta decisión podrían ser devastadoras para la salud pública tanto en Estados Unidos como globalmente. Los expertos advierten que la ruptura de esta colaboración podría significar menos recursos y, por ende, menos protección contra futuras pandemias.

La comunidad internacional observa con preocupación cómo estas decisiones impactarán el futuro de la salud pública, tanto en EE.UU. como en el mundo.